El autismo o trastorno del espectro autista se refiere a un rango de condiciones caracterizadas por dificultades en las habilidades sociales, conductas repetitivas, comunicación no verbal y habla. Hoy sabemos que existen muchos tipos de autismo, llamada heterogeneidad genética, ocasionada por diferentes combinaciones de influencias genéticas y ambientales.
El Centro para el Control de Enfermedades (CDC-USA) en su reporte bianual, publicado en abril, informa un aumento en la prevalencia del autismo de 1 en 68 niños en 2014 a 1 en 59 en 2018. Este aumento se explica por la mejora en los métodos de diagnósticos. No está relacionado con vacunas, intoxicación por metales u otras interpretaciones sin basamento científico.
¿Cifras en Panamá? Pues, no sabemos. El censo de instituciones de atención al autismo en 2014 identificó 686 personas al momento del estudio. El Grupo Red Espectro Autista Latinoamérica, Autism Speaks y la Universidad Latina de Panamá encontraron una edad promedio de diagnóstico en Panamá de 4 años, y menos de la mitad recibe algún tipo de tratamiento.
Estos datos ensombrecen la realidad de los padres que buscan atención para sus hijos y abren la puerta para que sean presa fácil de charlatanes que ofrecen tratamientos milagrosos sin base en la evidencia científica. Incluso al no haber “cura” para el autismo, la identificación temprana y tratamientos basados en la evidencia mejoran la calidad de vida de estos individuos. Entre más tarde se inicie la intervención, habrá menores oportunidades de una vida útil y mayores gastos de educación especial, atención médica y disminución en la productividad de los padres.
Es tarea de los profesionales, diputados y padres incentivar y exigir investigaciones nacionales que conlleven al desarrollo de servicios de alta calidad para las personas dentro del espectro del autismo a lo largo de sus vidas en suelo panameño.
La autora es psicóloga infantil y miembro de Ciencia en Panamá
