De acuerdo con las primeras declaraciones de Betserai Richard, para abandonar la tolda política independiente de la coalición Vamos está el hecho de que él fue sin ningún paraguas y que aceptó unirse a Vamos porque esperaba algo más de este grupo independiente.
Ahora bien, el salto de Betserai puede estar atado a distintas variables. En primer lugar, está el hecho de una especie de “egocentrismo”, donde, según afirma, no quiere estar sujeto a ninguna agenda o línea política. La pregunta es: ¿resulta Betserai tan ingenuo para no saber que en toda organización existen líneas a seguir? ¿O, de lo contrario, cada cual estaría bailando al son de la anarquía?
Otro punto a considerar es el hecho de que Betserai fue uno de los 48 diputados que votó a favor de la Ley 462, la cual ha originado un ciclo de protestas cuyo desenlace es muy impredecible.
Es posible que Betserai, luego de varias propagandas en redes donde lo tildan de “traidor al movimiento”, quiera hacer un lavado de imagen con esta proclama de que ahora sí es más independiente.
Sin embargo, no hay que perder de vista que Betserai es de los llamados rebeldes dentro de la coalición Vamos, junto a Manuel Cheng, Neftalí Zamora, Paulette Thomas y Jonathan Vega, entre otros.
Si es cierta la hipótesis sobre la disconformidad de los nuevos posibles saltamontes, estamos ante un “remake” de lo que en un pasado ocurrió con otros partidos tradicionales cuya fragmentación fue motivada por intereses y ambiciones lejos de las promesas de campaña.
Es una lástima que la coalición Vamos haya sido contagiada en la Asamblea por el virus del “hay pa’ mí”, y solo la historia dará cuenta muy pronto de si es válido el juega vivo con el transfuguismo que acaba de iniciar Betserai, que más temprano que tarde quedará en otro almuerzo con el Ejecutivo, cuyo poder de tentación no ha variado desde que existe la mal llamada democracia política en Panamá.
Es muy probable que Betserai y los que le puedan seguir en su intentona no hayan escuchado de aquella frase icónica que marcó un rumbo en el destino de la situación política en nuestro país, y la misma llevaba toda la carga de la trampa y una ambición desmedida: Buen salto, mi comandante.
El autor es docente y sociólogo.


