El bullying es una palabra inglesa que significa acoso o maltrato, sea físico o psicológico, deliberado y continuado. Ocurre en todos los ámbitos, pero es especialmente perverso en las escuelas.
Este término se hace cada vez más frecuente en nuestro idioma; ya poco utilizamos “acoso escolar”, que igual define bien la situación. Este fenómeno social ha existido siempre en todas las sociedades, aunque varía según condiciones específicas, como desarrollo social y nivel de educación.
Últimamente se le ha dado mucha importancia gracias a los medios de comunicación, que hacen visibles las consecuencias graves que pueden tener en la vida de la víctima, desde baja autoestima para el resto de su vida, aislamiento, depresión severa, etc., hasta el suicidio.
Gracias a la visibilidad del problema, en Panamá se ha promulgado la Ley 7 de 2018, “que adopta medidas para prevenir, prohibir y sancionar actos discriminatorios”, y se está empezando a tomar disposiciones en las escuelas, sensibilizando a los educadores y enseñándoles a identificar y manejar los casos que se presentan, involucrando a la institución, al resto de los alumnos y a los padres de familia.
En Panamá, al igual que en otros países de América Latina y el Caribe, entre el 50% y 70% de los escolares han sido testigos o víctimas de bullying, según un informe reciente de la organización no gubernamental Plan Internacional y Unicef.
En Panamá ya se han reportado algunos casos de bullying en las escuelas, algunos con consecuencias graves detectables, como una niña de 12 años que se cortó la piel para no ser rechazada en su grupo, y otra que se tiró de un bus en movimiento para tener más aceptación por su hazaña entre sus amigas.
Hace pocos años hubo un caso en Bogotá que estremeció al mundo. Un joven adolescente homosexual no pudo soportar más la burla y el acoso de sus compañeros de colegio por haber reconocido que era homosexual y, presa de una profunda angustia y desesperación, se suicidó. El colegio no había tomado ninguna medida contra sus agresores ni le brindó apoyo psicológico, lo que provocó que llegara a esta decisión fatal.
La cantante Lady Gaga, en uno de sus conciertos en Londres, habló sobre el caso de este joven para contribuir a concienciar sobre las consecuencias graves a las que puede llevar este tipo de discriminación.
El escritor venezolano Daniel Arzola rindió tributo al joven en mención en una de sus obras, haciendo un retrato de él con la frase: “Ignorar el abuso nos hace violentos”. Muy cierta esta aseveración. Lo vemos en la vida diaria. Los violentos han sido víctimas de abuso y transmiten esa conducta a los que los rodean y se repite el ciclo.
La sociedad no debe hacerse la ciega, sorda y muda, como dice la cantante Shakira, frente a situaciones existenciales de los humanos, aunque no encajen en las normas sociales o religiosas del momento; menos ahora que hay tanta información y que la ignorancia va quedando atrás.
La Fiscalía General de la Nación Colombiana acusó penalmente a la directora del plantel educativo y a la psicóloga, quienes, según la familia del joven, forzaron la trágica decisión. La oenegé Colombia Diversa, defensora de los derechos civiles, presentó la queja ante el Tribunal Superior de Bogotá.
En septiembre de 2014 la fiscalía de Colombia anunció que llamaría a la rectora del colegio y a un profesor de este, a comparecer por lo acontecido.
Una de las razones que fundamentaban este llamado fue que el Manual de Convivencia del plantel no estaría adecuado a la Ley 1620 o de Convivencia Escolar, que defiende el derecho de los estudiantes “a ejercer una sexualidad libre, satisfactoria, responsable y sana en torno a la construcción de sus proyectos de vida”.
Para ese momento, el manual tipifica como “faltas graves”: “las manifestaciones de amor obscenas, grotescas o vulgares en las relaciones de pareja dentro y fuera de la institución”, y que estas relaciones debían ser autorizadas por los padres.
El Manual de Convivencia tiene muchos años y todavía hay grupos recalcitrantes de la sociedad que se oponen a su implementación, porque lo consideran muy liberal. Varios países del tercer mundo ni siquiera consideran hablar de tolerancia frente a la diversidad, porque esperan autorización de sus líderes espirituales.
Muchos se oponen a la educación sexual porque consideran que es un tema muy delicado. Sabemos que casi todos los niños y niñas tienen acceso a internet y que de sexualidad ya saben bastante, pero saben poco de los peligros que esta encierra si no se ejerce con responsabilidad.
Todavía no es demasiado tarde para adecuar la educación a las necesidades de la población, pero el desarrollo de nuestro país se quedará atrás si no resolvemos los derechos y necesidades de los grupos considerados vulnerables.
Este problema nos concierne a todos: padres, educadores, médicos (especialmente pediatras) y a todo el personal de salud. Hay síntomas y signos que nos deben hacer sospechar que el niño, niña o adolescente está manejando mucha angustia: irritabilidad, insomnio, dolor en el pecho, fobias, retraimiento, hipersomnia, disminución en el rendimiento escolar, etc.
Es necesario incluir en los programas escolares el reconocimiento a la diversidad sexual y el derecho al conocimiento sobre sexualidad. Dejando la ignorancia a un lado, se fomenta el respeto al individuo.
“El respeto al derecho ajeno es la paz”. Benito Juárez.
La autora es doctora en medicina y miembro de Fundagénero