Desde que tomó posesión el 1 de julio de 2024, el “Mero Macho” ha cabalgado hacia el exterior en 11 ocasiones, participando en 16 reuniones oficiales. La primera fue a escasos días de iniciado su mandato y las dos más recientes a Brasil y Japón. Las agendas y logros han sido variados: la salida de las listas grises, gestiones para adherirse al Mercosur, participación en el Consejo de Seguridad de la ONU, promoción de inversiones, entre otros. “Los perros han estado ladrando” y parece bien encaminado a romper el récord que impuso “el muñeco que pasea”.
En Brasil, el resultado más sonado fue el compromiso de endeudarnos por $187 millones para adquirir cuatro aviones de combate y dos de transporte táctico. Una compra directa que parece superflua si se toma en cuenta la presencia de Estados Unidos en la lucha contra el narcotráfico y la defensa canalera. En Japón, la visita fue más bien para “pedir plata”, intentando atraer a inversionistas nipones hacia los proyectos estrella del gobierno. Sin embargo, la reunión con el primer ministro japonés Shigeru Ishiba resultó un mal augurio: pocos días después presentó su renuncia.
El Ministerio de Comercio insiste en que la inversión japonesa supera los $300 millones anuales, pero la realidad es que poco se percibe. El déficit comercial de Panamá con Japón en 2024 alcanzó $256 millones, debido a la abundancia de marcas niponas que importamos, sin que tengamos suficientes productos para exportarles. Muchas empresas japonesas están instaladas en Panamá, pero rara vez generan valor agregado a través de maquila, ensamblaje o producción local que impulse la contratación de mano de obra o el sello “Made in Panama”.
Mientras el Mero Macho “cabalgaba” en Japón, China celebraba la cumbre más grande de la Organización de Cooperación de Shanghái, con 26 jefes de Estado y de Gobierno. El encuentro mostró a China como alternativa estable y confiable frente a la decadencia del país que antes lideraba el orden mundial, ahora presidido por un personaje inestable y poco fiable.
Los ejemplos abundan: India se acercó a China luego de que Washington le impusiera aranceles punitivos por vender petróleo ruso. Argentina, castigada por tarifas estadounidenses a su soya, encontró en China un comprador leal. Y así, mientras Estados Unidos pierde socios con medidas arbitrarias, Pekín los gana.
Un episodio reciente demuestra aún más la desconfianza que genera Estados Unidos. Corea del Sur, aliado estratégico, fue humillado tras la visita de su presidente Lee Jae Myung a la Casa Blanca, donde se había comprometido a invertir $150 mil millones. Pocos días después, en Georgia, un operativo conjunto de agencias federales allanó una planta de baterías de Hyundai y LG, arrestando a centenares de trabajadores, en su mayoría surcoreanos. La reacción diplomática de Seúl no se hizo esperar.
Todo esto confirma la falta de confiabilidad de Washington en sus acuerdos y promesas, dejando en entredicho a quienes aún creen en sus palabras. La pregunta es si nuestros gobernantes seguirán cayendo en la trampa de confiar en quien dice que “Estados Unidos es un aliado, es amigo y ayuda a sus amigos”.
El autor es ciudadano.

