Las gargantas rojas necesitan antibióticos. ¡no!
Hay no pocos médicos que mandan antibióticos para “infecciones de amígdalas”, cuando visualizan amígdalas grandes y rojas en los niños de cualquier edad. Algunas amígdalas cubiertas o emparchadas con exudados blancos. Esta presentación es una manifestación propia de una infección viral y, si con fiebres muy altas, ¡más viral todavía!
Los parches blancos o exudados tonsilares que cubren las amígdalas son pus por acúmulos de bacterias fagocitadas (masticadas y digeridas) por glóbulos blancos o leucocitos. Para eso sirven las amígdalas y las glándulas adenoides, porque, como los ganglios linfáticos, son tejido esencial para la función de filtrar un líquido blanquecino, la linfa, rico en células del sistema inmune para pelear las infecciones y remover las bacterias y virus. Por eso los pediatras peleamos por conservarlas, pero cuando hay que extraerlas, hay que extraerlas.
Esos exudados indican inflamación aguda. Ese material es inerte, detritus o basura, después de la recolección de ella. Hubo una época en la historia de la medicina que los médicos las raspaban con unas curetas para arrancarle los parches. Eso ya no se hace. En mononucleosis infecciosa los exudados de las amígdalas son extensos y grandísimos y no se le trata con antibióticos. Las personas han aprendido erróneamente que los parches blancos en las amígdalas necesitan antibióticos, como también creen que una infección es solo de origen bacteriano y por eso “todas las infecciones necesitan antibióticos”. ¡no!
En los primeros 10 años de vida las amígdalas crecen como crecen los ganglios linfáticos en todo el cuerpo: cuello, axilas, codos, regiones inguinales. Este es un crecimiento esperado, como así también crecen longitudinalmente los niños. Por ello, amígdalas crecidas o hipertróficas no son señal de infección respiratoria ni amigdalina. Claro que, infecciones de ellas, las aumentan de tamaño por edema, porque se hinchan transitoriamente, pero ya ellas, en esas edades, son grandes normalmente.
La inmensa mayoría de las fiebres en los niños escolares son el producto de infecciones virales. Los virus producen infecciones. Hay no pocas personas que cuando se les dice que un paciente tiene una infección, lo traducen como que tiene una infección por bacterias y que necesita antibióticos. Hay otras personas que desconocían que los virus infectan. Los catarros comunes son infecciones virales, hay neumonías virales y hasta meningitis virales. A ellas no se les dan antibióticos por el solo hecho de ser infecciones.
Las infecciones bacterianas se tratan con antibióticos, y, preferiblemente con antibióticos específicos o de primera elección para una bacteria conocida –por ejemplo, la amoxicilina para el Estreptococo del grupo A- ese es el antibiótico a recetar. No es infrecuente encontrarnos con la dificultad de distinguir por solo sus síntomas, el origen viral o bacteriano de una infección. Y, cuando esta dificultad se suma a la fiebre en un niño de cortísima edad como el que tiene 28 días de vida o menos, optamos por hospitalizar y dar antibióticos mientras se aclara el origen de la infección. Esta terapia se le conoce como “anticipatoria” y no es infrecuente en las salas de recién nacidos, donde demorarnos en iniciar un antibiótico puede producir la muerte de un bebé, porque en esa edad del recién nacido, las infecciones bacterianas son fulminantes y los signos y síntomas de infección varían a lo que estamos acostumbrados a ver en niños mayores. Algunos de estos bebés tienen infecciones muy graves y ni siquiera tienen fiebre.
Entre 8% y 12% de niños de muy corta edad con fiebre tienen una infección bacteriana seria. Por ello, el bebé de 28 días de vida o menos con fiebre de 38ºC o superior, obliga a una cuidados evaluación para decidir su hospitalización y el uso de antibióticos administrados por alguna de sus venas, mientras se esperan resultados de exámenes. A estos niños se les estudia como muchos exámenes que incluyen cultivos de sangre, orina, heces y líquido espinal, que se obtiene por una punción lumbar estrictamente aprobada, esa que se hace insertando una aguja en un punto preciso de la espalda, parar obtener líquido que viene del cerebro, líquido céfalo raquídeo.
Finalmente, es de suma importancia confirmar la presencia de fiebre en una enfermedad en los niños para dirigir mejor su evaluación y manejo inicial. La ropa ceñida al cuerpo o su exceso, la temperatura ambiental del clima y de las habitaciones, la ingestión reciente de alimentos y la poca ingesta de agua o líquidos, todas ellas, aumentan la temperatura corporal sin que ello indique fiebre por infección. Las fiebres se miden con termómetro, no se asumen por palpación. Donde hay niños debe haber disponibilidad de termómetros y conocer estrictamente cómo usarlos. Si cree que su niño tiene fiebre, tómele la temperatura.
Y antes de irme, calcule la dosis del antitérmico así: acetaminofeno o paracetamol en gotas: 2 gotas por cada kilogramo de peso y el jarabe: el peso en kilogramos dividido entre 2. Para el ibuprofeno asegúrese cuál concentración tiene. Así, p.ej., Ibuprofeno al 2%: el peso en kilogramos dividido entre 2. Ibuprofeno al 4%: el peso en kilogramos dividido entre 4. Cópielo y téngalo donde lo vea.
El autor es médico.

