La creación del Centro de Ciberseguridad Estatal es una señal clara de que Panamá está dando pasos firmes hacia la protección digital de sus instituciones, empresas y ciudadanos. Con una inversión de $2.5 millones a través del programa Panamá Digital, este proyecto no solo representa un avance tecnológico, sino también una oportunidad para construir una cultura de ciberseguridad preventiva, proactiva e integral.
La ciberseguridad debe entenderse como un esfuerzo colectivo que comienza por las personas. El talón de Aquiles de muchos ataques no es la infraestructura, los servidores o las bases de datos, sino los usuarios que desconocen cómo identificar amenazas, como correos de phishing o enlaces maliciosos enviados por WhatsApp, o que comparten sus credenciales por teléfono sin comprender los riesgos. Formar a la ciudadanía es la primera línea de defensa. Cada persona informada y precavida es una barrera contra el delito digital.
La ciberseguridad no es solo para proteger información sensible o personal; también resguarda la continuidad de servicios esenciales. Si un hospital, una empresa de telecomunicaciones o el sistema de agua potable o electricidad son atacados, las consecuencias pueden ser críticas para toda la sociedad. Y esto no es una posibilidad remota: ya ha ocurrido en ciudades y países de América y Europa.
Por eso, debemos ver este nuevo centro como parte de una cadena de valor más amplia y de largo plazo. Comprender la evaluación de riesgos, el monitoreo, la respuesta temprana, el respaldo de datos, el peritaje forense y el aprendizaje institucional es clave en el ecosistema de la ciberseguridad. Actuar después del ataque es reaccionar tarde: necesitamos una estrategia integrada que combine prevención, respuesta y recuperación.
Este desafío no le corresponde solo al Estado. También involucra al sector privado, las PYMES, los emprendedores y, especialmente, a las grandes empresas que manejan volúmenes masivos de datos de clientes y colaboradores. La protección de infraestructuras críticas es una estrategia nacional y no puede depender de decisiones presupuestarias o de la buena voluntad. Tal como existen estándares obligatorios para la seguridad física, es necesario establecer normas mínimas y exigibles para la protección digital. Panamá necesita avanzar hacia una regulación moderna que oriente y exija niveles adecuados de seguridad tanto en el sector público como en el privado.
A esto se suma la necesidad urgente de formar más profesionales especializados. El déficit de talento en ciberseguridad no es exclusivo de Panamá, pero sí podemos tomar la delantera si trabajamos con universidades, centros de formación técnica y alianzas público-privadas.
Desde mi experiencia, puedo afirmar que los avances más sólidos en ciberseguridad se logran cuando se alinean tres elementos: voluntad política, colaboración multisectorial y conciencia ciudadana. Hoy Panamá tiene la oportunidad de construir sobre esa base.
La inauguración del centro no es el final del camino, sino el inicio de una agenda que debe crecer con fuerza. Celebremos este paso con optimismo y con compromiso.
El autor es ingeniero, especialista en ciberseguridad y transformación digital.

