Se dice que cuando el río suena es porque piedras trae, pero la realidad no siempre obedece a los rumores. El ruido que produce un caudal puede ser solo el eco de miedos, no la señal de hechos. Para mitigar temores, se entrega información. No obstante, autores como Paulo Freire hablan de una entrega bancaria, en la que depositamos un número indecible de datos que no somos capaces de procesar. El desafío es que la información se convierta en conocimiento, para que los pueblos puedan tomar decisiones informadas sobre la vida que aspiran a vivir.
Así, cuando en el Canal de Panamá hablamos del Proyecto del Lago de Río Indio, se trata de otro enfoque, totalmente diferente: el de una empresa panameña, con un modelo de gestión panameño, hecho por panameños, que desde sus inicios opera desde y para la gente.
Por lo dicho, no se trata solo de informar a personas o comunidades bajo el entendimiento de que la población es un repositorio de datos y estadísticas, o una fuente de ellas. Informar es importante, pero no suficiente. Se trata de entregar conocimiento útil para que las poblaciones decidan sobre su mejor destino y, como decía Amartya Sen, premio Nobel de Economía en 1998, darles razones para valorar aquellas cosas que realmente les son importantes.
Por esto, para el Canal de Panamá, comunicar es un arte que supera los panfletos. Es más que entregar datos, relatos o imágenes para fijar un mensaje. En lo absoluto, creemos que su verdadero poder permite construir puentes de entendimiento, percibiendo el sentir del otro, conectando con experiencias y aspiraciones colectivas e inspirando confianza, para ser inspirados por tanta gente que ya colabora con un propósito mayor que surge de un llamado que hoy nos hace la nación: servir a nuestra población y, ante las demandas del agua del futuro, ver primero y estar preparados.
Pero el Canal ya trabaja en y con las comunidades de Río Indio. No es una aspiración; es una conversación en progreso. Así como el Plan de Ampliación del Canal operó desde la demanda —no desde cómo veíamos la obra, sino desde la mirada del cliente—, de la misma manera hoy operamos mirando el Canal y el país del futuro desde la comunidad, mejorando su condición de vida en tiempo real, no como una promesa de la rancia política criolla panameña.
Estamos hablando de un modelo innovador en el que el valor humano es fundamental, donde la gestión se hace con conocimiento, por medio de un censo que caracteriza con detalle las condiciones de vida de las comunidades, las familias y las personas. Los planes futuros de reasentamiento se construyen respetando el derecho sobre la tierra de los moradores, bajo una arquitectura totalmente participativa, co-diseñada, basada en acuerdos justos, sin imposiciones.
Por lo dicho, no se trata únicamente de la observancia de leyes nacionales e internacionales. Es acerca de la autoridad moral de 25 años de administración del Canal en manos panameñas, que no da pie para movilizar la duda ni rumores difusos. Si pudiésemos colocar en valor los logros de este primer cuarto de siglo posterior a la reversión, los hechos matan palabras: la modernización de la vía, la ampliación del Canal y la gestión exitosa de la cuenca tradicional.
Pero el Lago de Río Indio quedará en la cúspide de esa jerarquía, porque con este proyecto nacional no solo se erradica, de una vez por todas, el viejo paradigma de gobernanza de mediados del siglo XX, que promovía una visión top-down —decidir y luego informar—, sino que representa el surgimiento de una nueva ciudadanía del agua.
Esta ciudadanía entiende que el agua no es solo un recurso, sino un bien común cuyo cuidado, uso, distribución y preservación requieren una relación activa entre el Estado, la comunidad, los usuarios y las generaciones futuras. Este proyecto no avanza sin ustedes, ni sobre ustedes, sino gracias a ustedes.
Como en El Principito, de Antoine de Saint-Exupéry (1943), para conocer a alguien hay que dedicarle tiempo, porque lo esencial de la vida no se puede ver con los ojos, solo con el corazón. Y aunque el trayecto pueda parecer en ocasiones incierto, hasta hoy, junto a las comunidades de Río Indio, llevamos un camino recorrido en el que hemos puesto todos nuestros sentidos a su mayor y entera disposición.
Así, cuando el río suena, no siempre es porque piedras trae. En ocasiones, lo que suena es la voz de la gente, que merece ser escuchada. Y para el Canal, cada inquietud es y será una oportunidad de demostrar con hechos que este proceso será ejemplar para el país, la región y el mundo.
El autor es doctor en ciencias, educación social y desarrollo humano y coordinador de la Memoria Histórica del Canal.

