“La única cosa que no se rige por la regla de la mayoría es la conciencia de uno mismo”.
—Matar a un ruiseñor. H. Lee.
Hace 40 años, un estudiante de derecho garabateaba ideas en una libreta, soñando con contribuir al debate público. Hoy, tras casi dos décadas escribiendo en La Prensa, me despido de este espacio con gratitud, nostalgia y un compromiso renovado. Este es mi último aporte a esta columna.
Mi viaje como columnista comenzó en 1986 con una de mis primeras publicaciones en El Panamá América. Desde entonces, colaboré, ad honorem, con diversos medios nacionales e internacionales, incluyendo La Estrella de Panamá. En La Prensa, tuve el privilegio de participar en las secciones Opinión, Martes Financiero (La Voz Calificada) y columnas especiales. También impulsé una columna en el semanario Capital Financiero, escrita por funcionarios de la Comisión Nacional de Valores.
Escribir ha sido mi pasión desde mis días en la Facultad de Derecho de la Universidad de Panamá, donde fundamos, con apreciados compañeros, la primera revista jurídica estudiantil, luego integrada al Consejo Latinoamericano de Publicaciones Jurídicas de Estudiantes (COLAPJE). La actividad continuó con una revista de profesionales y luego otra especializada en derecho financiero y tributario. Promoví desde el regulador de valores, compilaciones de artículos sobre mercado de valores, consolidando un espacio para el análisis técnico.
La era digital transformó la comunicación. Hoy, mis reflexiones encuentran eco en LinkedIn, X y mi blog personal, además de libros y revistas, por ejemplo, del Banco Mundial, del Instituto Iberoamericano de Mercado de Valores, entre otras. Esta columna en La Prensa ha sido una piedra angular de mi trabajo público. Casi dos décadas, más de 155 entregas mensuales.
Nada de esto habría sido posible sin un equipo excepcional de La Prensa. Mi gratitud a Edith Castillo Duarte, cuyo ojo editorial dio forma a mis primeras columnas; a Roberto González Jiménez, guía en el periodismo económico; a Yolanda Sandoval, con su dedicación al rigor periodístico; y a Wilfredo Jordán, aliado en esta travesía. Su profesionalismo hizo posible esta labor.
Mis columnas se han centrado en derecho, gobierno corporativo, ética, transparencia, prevención de blanqueo, anticorrupción y mercado de valores. Temas técnicos, pero profundamente humanos, que buscan fortalecer repúblicas sólidas. Siempre sustentados en datos, alejados del ruido político y guiados por principios.
Como decía Paul Auster: “La literatura es esencialmente soledad. Se escribe en soledad, se lee en soledad y, pese a todo, permite una comunicación entre dos seres humanos”. Gracias a ustedes, los lectores, por acompañarme en esta conexión silenciosa pero poderosa.
Hay momentos en que cerrar ciclos es necesario para mantener intactos los principios que les dieron origen. Dejo esta columna, pero no las ideas. Seguiré escribiendo en LinkedIn, X y mi blog, con la misma pasión por un debate público ético y esperanzador. Debate que solo florece donde la expresión libre encuentra terreno fértil. Allí seguiré. Los invito a acompañarme en este nuevo capítulo, guiados siempre por la conciencia, que es, al final, nuestra brújula más fiel. Porque sin brújula estamos perdidos, aún sin saberlo.
El autor es abogado.
