¿Cómo construir el gran acuerdo nacional?

Hace tres semanas planteé en este mismo espacio la urgencia de forjar un gran acuerdo nacional. Uno que comprometa no solo al gobierno de turno, sino a todas las fuerzas vivas del país: políticas, sociales, gremiales, estudiantiles, empresariales, sindicales y académicas.

Un acuerdo que no se quede en el discurso, sino que se traduzca en ejecución, fiscalización y sostenibilidad. Porque lo que está en juego no es la victoria de un grupo o partido, sino el futuro de Panamá y de las próximas generaciones, que merecen vivir en una patria más justa, inclusiva y con verdaderas oportunidades.

Sé que puede sonar utópico. Pero más utópico —y peligroso— es seguir creyendo que podemos avanzar como nación si el interés personal y político sigue imponiéndose al interés nacional. Esa mentalidad, que antepone banderas partidistas a la bandera tricolor que ondea sobre el cerro Ancón, ha sido uno de los principales obstáculos para lograr un desarrollo justo y equitativo en Panamá.

Entonces, ¿cómo construimos ese gran acuerdo nacional?

Primero, hay que dejar a un lado los cálculos personales y políticos. No podemos construir nada sólido si la base está contaminada por el egoísmo, la revancha o el protagonismo.

Segundo, debemos identificar con claridad los grandes desafíos que enfrentamos y que deben ser prioridad: la debilidad institucional, la crisis del agua, el futuro del Canal de Panamá, el desempleo, el acceso a servicios básicos, la desigualdad social y el desarrollo sostenible.

En tercer lugar, tenemos que ponernos de acuerdo en las soluciones. Y eso requiere diálogo, apertura y, sobre todo, humildad. Participar en una discusión convencido de que uno siempre tiene la razón es negar la esencia misma de la democracia. Porque en democracia se confrontan ideas, se escucha con atención y se construye sobre lo mejor de cada propuesta. Si no estás dispuesto a ceder para alcanzar lo mejor para el país, entonces no crees genuinamente en el sistema democrático.

Ese gran acuerdo nacional debe convertirse en un pacto serio y generoso por el futuro, una agenda de Estado que no dependa del vaivén de los gobiernos, sino que marque un rumbo firme para las próximas dos o tres décadas. Un acuerdo que no piense en las próximas elecciones, sino en las próximas generaciones.

Firmes en esa convicción, la semana pasada dimos un primer paso con la construcción de la agenda Vamos 2040. Tuvimos nuestra primera reunión para iniciar ese proceso participativo que continuará en diversos rincones del país. Porque la gente quiere saber hacia dónde vamos como nación. Quiere saber qué haremos más allá del próximo periodo electoral. Y nos toca a nosotros, como dirigentes, ofrecer esa hoja de ruta con visión de Estado, responsabilidad y compromiso.

No basta con soñar un mejor país. Hay que planificarlo con visión, construirlo con responsabilidad y sostenerlo con compromiso colectivo. El éxito nacional no nace de la improvisación, sino de la certeza de un rumbo compartido. Panamá debe mostrarle al mundo que tiene un norte claro y que existe voluntad de alcanzarlo con esfuerzo y unidad. Ese horizonte debe inspirar orgullo en cada panameño y convertirnos en los primeros guardianes de su cumplimiento. Porque si no lo hacemos juntos, simplemente no ocurrirá.

El autor es diputado independiente del circuito 8-4.


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