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Sábado picante: ¡Como no, jefe!

Sábado picante: ¡Como no, jefe!
Corte Suprema de Justicia.

Esta semana, la Corte Suprema se lució por enésima vez con la impunidad. Esta vez le correspondió el honor a condenados en el caso New Business. Es la segunda vez que lo hace. Un strike más y la Corte declara inconstitucional el fallo completo de este caso.

Las cosas van de maravilla para esta gente, ya que la justicia cometió “errores”. Quedó en firme que los beneficiados son inocentes seres de incorruptibles conciencias. Así que, para ahorrar costas en inútiles juicios de pacotilla, sugiero a los magistrados anular ya el caso Odebrecht. Así no perderemos más recursos y podremos disfrutar del buen ejemplo de todos esos querubines que sacrificaron su presencia en el cielo para enseñarnos sobre honor y honradez en la Tierra.

También sugiero a los diputados que cuando las reformas constitucionales lleguen a la Asamblea, eliminen la Procuraduría General de la Nación y la Contraloría y, en su lugar, constituyan el Instituto Panameño para Resarcir a las Víctimas de la Justicia (o Injusticias) y la Dirección Nacional para el Paso Expedito de Contratos y Obras y nombrar a sus primeros directores: Ricardo Martinelli y Benicio Robinson, respectivamente.

Lo que tenemos en Panamá es una justicia que viste minifalda en las inmediaciones del desaparecido Ancon Inn. Aquí alguien puede ser testigo y llevar el video de un asesinato, pero si está involucrado un pez gordo, nadie lo tocará. Así es como los culpables salen ilesos, porque en este país no hay respeto por la institucionalidad. Y eso incluye a José Raúl Mulino, que dice ser un amante del Derecho, pero que está hecho de la misma materia infecta de otros expresidentes, y su ADN es el de su gran maestro Ricardo Martinelli.

Veamos uno de sus múltiples episodios de medias verdades e hipocresía. Lo siguiente salió de su boca el 8 de agosto pasado: “Los criterios [para nombrar a los nuevos magistrados de la Corte Suprema] van a ser los míos… No serán compañeritos míos ni jugadores de dominó conmigo ni tomadores de tragos conmigo. Eso sí se los puedo garantizar”. Aunque sus ejemplos parecen extraídos de una tarde de sábado en el Solar de los Aburridos, él parecía honesto. Pero estaba lejos de serlo –como siempre– pues uno de sus nominados al olimpo judicial –Carlos Ernesto Villalobos Jaén–laboró ocho años en la misma firma de abogados en la que el presidente fue socio.

Quizás Mulino no tomó tragos con él, pero tal vez sí fue a algún juego de softball de su oficina en el que jugaba su ungido. Quizás no jugó dominó con él, pero quizás sí jugó con él al jefe y al empleado cuando este último fue pasante, primero, y luego abogado de su firma. Así que, “compañeritos” sí fueron. Eso sí se los puedo garantizar. Y si Villalobos no ve el serio conflicto de interés en esta nueva relación con un antiguo jefe –presidente-magistrado– ¿qué podemos esperar de su criterio de independencia, de su compromiso con la justicia? De hecho, nada bueno se puede esperar con tanta tapadera de los dos lados. Y tanta tapadera hubo, que Mulino no quiso ver ni en pintura al Pacto por la Justicia en el proceso de selección. Y es porque hay criterios que no aguantan un día soleado.

¿Qué motivó al presidente nombrar a un exempleado en la Corte Suprema? Creo que la respuesta es obvia, y por eso ninguno de los dos merece confianza alguna, porque la nueva relación que mantendrán me sigue sonando a patrón-empleado, tal como es la relación que mantiene Mulino con su abogado –el también Procurador General de la Nación– a quien le pidió públicamente retirar un proyecto de ley que agilizaría las investigaciones por corrupción, porque a él –a Mulino– sencillamente no le gustaba.

Villalobos debió rechazar el cargo, pero no lo hizo, y Mulino, al informar de su nominación, no dijo una palabra sobre los ocho años (1996-2004) que él trabajó para su bufete. Solo nos dijo que, “del señor Carlos Villalobos, solo tengo palabras de elogio…”. Por eso también sugiero eliminar el Teatro Nacional de Justicia. Los que se quieran quedar en la nueva institución que la reemplazaría –Circo Hermanos Mulinelli– no tendrán que mudarse, ya que mantendrá su sede permanente: el Palacio Gil Ponchera, especializado en la presentación de mediocres obras picarescas, protagonizadas por los títeres que maneja personalmente el poderoso director del circo.


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