Los mártires, con su sangre, pavimentaron el camino hacia nuestra soberanía. Nosotros, los jóvenes de hoy, ¿qué estamos dispuestos a sacrificar por Panamá? Mientras ellos ofrendaron sus vidas entre banderas rasgadas y balas, nosotros enfrentamos batallas distintas, pero igualmente decisivas. La pregunta que resuena a través del tiempo es:¿arderá en nosotros la misma llama de amor patrio que convirtió a estudiantes comunes en héroes inmortales?
En una nación cuya soberanía fue construida con vidas jóvenes ofrendadas entre protestas, balas y represión, la desconexión de las nuevas generaciones con su historia representa una amenaza silenciosa, pero profunda. Hoy no se disparan balas, pero se apagan memorias. Y sin memoria, no hay identidad posible.
Según el Museo del Canal Interoceánico, el 75% de los adolescentes panameños nunca ha visitado un museo, y el 67% considera “irrelevante” conocer los hechos que forjaron el país. Esto no es apatía juvenil: es el reflejo de un sistema educativo que ha convertido la historia en una lista de fechas sin alma. La patria se reduce a fotocopias; los héroes, a nombres que se olvidan después del examen.
Ante este panorama surge CompaTriota, una iniciativa del Laboratorio Latinoamericano de Acción Ciudadana (LLAC) 2025, coorganizada por el Canal de Panamá y Jóvenes Unidos por la Educación, cuyo propósito es rescatar el sentido de pertenencia e identidad nacional entre jóvenes panameños.
Durante tres semanas, adolescentes de comunidades históricas como El Chorrillo, Barraza, Santa Ana y Calidonia vivieron un proceso educativo distinto. No se trató de memorizar: se trató de sentir. Recrearon hechos históricos, exploraron escenarios alternativos, visitaron museos y, lo más importante, se reconocieron como parte de una historia viva.
En ese proceso, la apatía inicial dio paso al asombro. “Más que todo, no le tenía fe a este proyecto debido a que, gracias al colegio, no aprendía nada; todo era memorizar una hoja y listo”, cuenta Katherin Camacho, de 17 años. “Con estas clases he aprendido más que en tres años de secundaria. Me ha parecido muy lindo e interesante ver cómo jóvenes de edades cercanas a la mía hagan esto”.
Uno de los momentos más poderosos fue el conversatorio “Voces de la Historia” en la Biblioteca Nacional. Figuras clave como Diego de Obaldía, Jorge Arjona, Nyra Soberón, José de la Guardia y José Alejandro Rodríguez compartieron sus visiones sobre la memoria colectiva. Las intervenciones no fueron conferencias, sino encuentros intergeneracionales que abrieron heridas y sembraron orgullo. La historia se volvió voz, presencia, llamado.
Al final del programa, la jornada de pintura “Mi patria, mi arte” permitió a los jóvenes plasmar en lienzos lo que Panamá significa para ellos. No fueron simples dibujos: fueron manifiestos personales. Cada trazo hablaba de un país mestizo, resiliente y valiente. Las obras se exhibieron en el Museo de Arte Contemporáneo como testimonio de que, cuando se les convoca, los jóvenes responden con profundidad y compromiso.
El impacto fue claro: un aumento del 17% en conocimiento histórico y un crecimiento del sentido de pertenencia del 79% al 86%. Pero los resultados cualitativos son aún más valiosos: jóvenes que ahora entienden la lucha por la soberanía no como un capítulo aislado del pasado, sino como una fuerza que influye en sus decisiones, sus voces y su rol en la sociedad.
CompaTriota demostró que, cuando la historia se humaniza, transforma; que los jóvenes no son apáticos: están esperando ser convocados. Que el verdadero patriotismo no se enseña con himnos obligatorios, sino con preguntas valientes y espacios donde las respuestas importan.
Hoy, la historia nos llama a ser protagonistas, no espectadores. Como jóvenes, no podemos heredar la libertad sin asumir también el compromiso de preservarla. Visitemos museos, escuchemos a nuestros abuelos, cuestionemos los libros de texto. Participemos en espacios donde la memoria se mantenga viva. Porque solo quien conoce sus raíces puede volar sin perderse. Y solo una juventud que se sabe heredera de luchas pasadas puede defender su presente y construir su futuro.
¿Arderá en nosotros la misma llama? Sí. Pero solo si decidimos encenderla con nuestras acciones. El momento es ahora. El deber es nuestro.
La autora es egresada del Laboratorio Latinoamericano de Acción Ciudadana 2024.

