Quisiera haber escrito este artículo a principios de este año, cuando estaba en su fragor la polémica sobre si era acertado que el Ministerio de Educación (Meduca) adquiriese más de cien mil computadoras para los estudiantes de las escuelas oficiales. Pero, como vi que se politizó el asunto, desistí de mi intención de escribirlo, pues mi interés era meramente científico.
Sin embargo, hace unas semanas escuché en TV una entrevista a la ministra de Educación con ocasión de la huelga de los docentes y el cierre decretado de los planteles. Me llamó la atención que, ante una pregunta de un periodista de TVN o Telemetro —no recuerdo bien— sobre si la medida de cierre y las pérdidas de clases era aplicable y afectaría igual a los centros particulares, la ministra respondió que, lógicamente, los colegios particulares tienen otros medios de los que lamentablemente carece el sistema público. Fue entonces cuando decidí volver a escribir este artículo, en defensa de los grupos más vulnerables.
Me parece que hay que dejar al Meduca que haga la inversión en computadoras para nuestros estudiantes. Cosa diferente es la forma de adquirirlas; esos son procedimientos administrativos. Pero, si nos perdemos en ellos, no les proporcionaremos a los estudiantes este instrumento para que sigan formándose.
Si nos fijamos a cuántos estudiantes afecta esta medida, comprobaremos que, según el Instituto Nacional de Estadística y Censo (INEC), en Panamá tenemos en los niveles de básica y secundaria casi un millón de estudiantes, de los cuales en torno al 16% estudian en la enseñanza particular y el 84% en la oficial. Eso significa, en números redondos, que ocho de cada diez estudiantes de la enseñanza oficial no podrán estudiar como lo hacen dos de la particular (más digitalizados). Estos números, si se prolongan en el tiempo, significan un aumento de las brechas culturales y educativas entre los que pueden pagar y los que no, incrementando así la desigualdad social. Unos no pueden estudiar igual de bien cuando hay inestabilidad social, y otros lo seguirán haciendo con sus computadoras, tabletas o celulares. Siempre pagan los platos rotos los pobres. Ya solamente este argumento es un favor de la inversión en computadoras.
Pero, además, proporcionarles computadoras a todos nuestros estudiantes de la enseñanza oficial es importante, aunque no estén cerradas las escuelas. La mayoría de los programas académicos están digitalizados, pudiendo usar los textos con o sin internet (carecía de sentido el argumento de no adquirir las computadoras porque no había internet en las aulas). Queremos que todos nuestros estudiantes sepan manejar los programas y las aplicaciones de inteligencia artificial. Si no corregimos esto, seguiremos teniendo dos Panamás: el 84% de los estudiantes de la enseñanza oficial seguirán más atrasados que el 16% de la particular, y eso lo vamos a notar en el acceso a la universidad y en el campo laboral. Seguiremos aumentando la brecha social.
Todos los gobiernos de Panamá publican cada cinco años el Plan Estratégico Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación (PENCYT), a través de la Secretaría Nacional de Ciencia y Tecnología (Senacyt). En todos esos planes de nuestros últimos gobiernos se llamaba la atención sobre la baja innovación en la educación que menciono aquí. En los informes de Competitividad que publicaba cada año el Foro Económico Mundial, estableciendo rankings entre países, se analizaban los pilares de salud, macroeconomía, innovación, mercado laboral, etc., y el pilar más bajo en Panamá era la educación y la capacidad de innovación. Y fíjense: la peor nota nos la llevábamos por la baja habilidad digital de nuestra fuerza laboral y la dificultad para buscar mano de obra preparada, junto con el déficit de fomento del pensamiento crítico en la escuela. En esto ocupábamos la posición 117 de 141 países analizados. Imagínense dentro de unos años si no les damos instrumentos tecnológicos al 84% de todos nuestros estudiantes del país, que son los de la escuela oficial.
Las autoridades, como los padres de familia, a veces aciertan y otras se equivocan. Podemos equivocarnos al gastar en un capricho para nuestros hijos y luego arrepentirnos. Sin embargo, en el caso de si es acertado o no gastar en un libro o un artículo escolar, prefiero equivocarme en haber hecho el gasto en educación que en lo contrario.
Por eso, aprovecho este foro para pedir que dejen actuar al Meduca, que compensa por nuestro país al tener a nuestros estudiantes digitalizados, manejando programas educativos. No tomemos decisiones que aumenten la brecha digital entre la enseñanza oficial y la particular. Lo agradeceremos todos y las generaciones futuras. Los estudiantes se lo merecen. Que no paguen los platos rotos los pobres.
El autor es profesor e investigador de la Universidad de Panamá, SNI.
