Exclusivo Suscriptores

Confesiones sobre ruedas

El Uber moderno no solo te lleva del punto A al punto B: a veces también te conduce al borde de una crisis existencial... o al chisme más jugoso de la semana. Por alguna razón misteriosa, ese asiento trasero se convierte en confesionario, ring de terapia exprés y hasta cabina de karaoke si la playlist acompaña. La confianza fluye con el WiFi gratis y el aire acondicionado emocional que a veces ni los psicólogos ofrecen.

Un día, al subirme al carro, saludé y dije la frase clásica: “¿Qué tal, todo bien?”. El conductor me miró por el retrovisor, suspiró y disparó:—Mi ex volvió con su ex, mi perro me ignora y tengo cuatro horas manejando sin un solo viaje decente... pero gracias por preguntar.

Y así, en menos de lo que canta un gallo (o suena Bad Bunny), ya nos habíamos contado nuestras tragedias amorosas, financieras y digestivas. Fue una sesión tan catártica que, al bajarme, los dos nos deseamos suerte como si estuviéramos saliendo de un reality de supervivencia emocional. Solo faltaron las cámaras y el patrocinio de una marca de pañuelos.

Otra vez, una chica que venía de una despedida de soltera empezó a narrarme —con lujo de detalles— cómo casi se casa con el stripper del show.—Es que tenía unos ojos... y unas flexiones que me hicieron cuestionar mi compromiso.

Yo solo manejaba. Cuando pregunté si al final se casó, respondió:—Con el stripper, no. Pero me fui de luna de miel... sola. Y fue mejor así.

No supe si reír, aplaudir o pedirle el Instagram. Lo que sí supe es que nunca más subestimaré las flexiones de pecho como arma de seducción.

Otra noche, un pasajero se subió, se quitó los zapatos y preguntó si podía meditar en silencio. Dije que sí. Cinco minutos después me pidió que pusiera un mantra tibetano, pero terminó roncando como oso en hibernación. Lo dejé dormir: la paz espiritual también es parte del servicio. Cuando despertó, me dio las gracias como si yo fuera su gurú. Casi le cobro extra por la iluminación interior.

Hay algo mágico en estos viajes donde nadie se conoce, pero todos se sinceran. Tal vez sea la sensación de anonimato, o el hecho de que al conductor no le puedes caer peor que el pasajero que se subió con un sancocho derramado hace media hora. Es como un código no escrito: lo que se dice en Uber, se queda en Uber (excepto si es muy bueno... y uno lo cuenta en columnas como esta).

Una vez, un conductor me dijo que un tipo le confesó que iba camino a una boda… ¡de su ex! Como venganza. Iba bien vestido, con gafas oscuras y el corazón en llamas. Al final, el chofer —hombre sabio— le preguntó:—¿Y si mejor vamos por unas alitas y evitamos la cárcel?

El pasajero aceptó. Desde entonces son amigos. Y socios en un food truck. A veces, la mejor terapia no es hablar… es comer.

Viajar en Uber puede ser más entretenido que ver una serie. Nunca sabes si vas a escuchar una historia de amor, una tragedia, una comedia o una mezcla de las tres con música urbana de fondo. Así que, la próxima vez que subas, baja el celular, sube la mente abierta… y prepárate para ser parte del teatro rodante más honesto —y ridículamente humano— de la ciudad.Y si te toca uno callado, tranquilo: siempre puedes fingir que tú eres el filósofo anónimo del tráfico.

El autor es ingeniero retirado.


LAS MÁS LEÍDAS

  • Ministerio Público investiga presunta corrupción en el otorgamiento de trabajo comunitario a La Parce. Leer más
  • Días feriados y fiestas nacionales en Panamá 2026: Calendario detallado. Leer más
  • Detienen a sujetos vinculados al Tren de Aragua y desactivan minas. Leer más
  • Gobierno contrata a multinacional estadounidense para diseñar el quinto puente sobre el Canal. Leer más
  • Cuarto Puente sobre el Canal de Panamá: así será el Intercambiador del Este en Albrook. Leer más
  • Denuncia ante el Ministerio Público frena contrato millonario de piscinas que firmó la Alcaldía de Panamá. Leer más
  • Grupo Cibest acuerda vender Banistmo en Panamá a Inversiones Cuscatlán. Leer más