Cuando escuchamos la palabra “auxilio”, reaccionamos en estado de emergencia a socorrer y ayudar a alguien que está pasando por una necesidad o peligro inminente. Es lo que muchas familias sienten cuando algún miembro desea estudiar y graduarse de cualquier profesión y no tienen los recursos para cumplir esa meta. Muchos padres de familias se sienten ahogados y hacen lo imposible para pagar los estudios de sus hijos pero por más esfuerzo que hagan no alcanzan a cubrir dichos gastos. Es por eso que muchos alumnos y padres acuden al Ifarhu con la esperanza de recibir un apoyo para realizar y cumplir los estudios académicos.
Quizás por esta situación que es tan común en muchas familias, surgiera en el Ifarhu el progama de auxilios económicos. Sin embargo, hace poco se reveló la información completa de los “auxilios económicos” otorgados por el Ifarhu a muchos panameños, entre ellos hijos, familiares y cercanos a diputados, políticos y empresarios, que devengan un salario ostentoso y que se aprovecharon de sus puestos para adquirir dichos beneficios. Y es que no hablamos de poco dinero invertido. Se trata de muchos miles de dólares que el Estado invierte en educación de personas que bien pueden cubrir sus propios gastos educativos.
Hablar de la educación de las personas es hablar de los sueños, metas, oportunidades. Y estas se ven abandonadas y truncadas por el juega vivo de los políticos. Algunos diputados han tomado esta institución como una bandeja para favorecer a sus allegados. Y es tanto el descaro que ya ni siquiera lo usan para ayudar a personas del pueblo sino que tienen la desfachatez de patrocinar a sus propios familiares.
¿Cómo es posible que en Panamá muchos estudiantes dejan las escuelas porque sus padres no tienen cómo cubrir los gastos educativos? Imperdonable que mueran niños en las comarcas por falta de puentes y se lanzan a crecidas de ríos con el fin de estudiar y cumplir un sueño que se ve esfumado por las secuelas de la corrupción y la malversación de los fondos públicos. ¿Cuántos niños van a las escuelas sin un bocado de comida? ¿Cuántas escuelas cayéndose a pedazos no solamente en áreas rurales sino en las mismas ciudades? ¿Cuántos padres mueven cielo y tierra y se endeudan por años para pagar la educación de sus hijos? Y la pregunta principal es por qué los políticos, sabiendo las necesidades que tiene el país, abusan de su poder y saquean los recursos del Ifarhu para su propio bienestar. Pobres niños, pobres estudiantes, pobres escuelas. ¡Están acabando con todo Panamá!
Llama mucho la atención que las autoridades en los últimos años hicieran de la “vista gorda” y de “oídos sordos” ante semejante escándalo. La Contraloría se ha vuelto como el abogado defensor de los malversadores del gobierno. El contralor confundió la función de fiscalizar con apadrinar, ya que él mismo asume que todo está correcto y que ocultar los nombres que no habían sido revelados era lo más sano, aún cuando la ciudadanía exigiera que se revelara todo con transparencia.
Decía un filósofo griego que “Servirse de un cargo público para enriquecimiento personal resulta no ya inmoral, sino criminal y abominable”. Es por eso que gritamos ¡Auxilo! ¡Basta ya de tantos auxilios económicos a familiares de políticos y empresarios! Están acabando con el futuro de muchos niños y jóvenes que sí necesitan de esta ayuda. Elevamos nuestro grito de auxilio para pedir que detengan tanta injusticia y ayuden a las familias que en verdad lo necesitan. Y este grito es no solo para las autoridades. Este grito es hacia nosotros mismos para exigir transparencia y fiscalizar una institución tan noble como el Ifarhu. El pueblo está a la expectativa de que las nuevas autoridades desempeñen sus funciones de manera responsable y transparente. Cuidemos este Instituto que pertenece a todos los panameños y devolvámosle los sueños a quienes más lo necesitan.
El autor es trabajador Independiente.
