El tema de la corrupción, en todo el alcance de la palabra, no se detiene, sino que continúa y se extiende. La clase política, en su gran mayoría, no cambia y se comporta como “los perros hueveros, aunque les quemen el hocico”. Ese rayo de adecentamiento en todo el Estado que esperábamos los panameños no se ha dado, y el “más de lo mismo” sigue en todo su apogeo.
Ni el cuarto puente se salvó de tener transacciones de acomodo, que no hacen más que aumentar los costos y la deuda externa; gracias a la acción ciudadana se destapó el escándalo. ¿Qué va a pasar con el tren Panamá-Chiriquí? Ya se están explorando las peores alternativas de proveedores, en lugar de invitar a los verdaderos expertos que han construido más kilómetros de ferrocarril que todos los otros posibles proponentes juntos. Algo similar sucede con los puertos, que la no muy honorable Corte no falla, y todo está paralizado, afectando la seguridad jurídica de operar en Panamá, salvo a los del círculo cero, que saben atar muy bien sus cabos. El contralor cuñado se convirtió en “busca votos”, en lugar de dedicarse a cobrarle a Panama Ports los millones que nos deben y que él mismo descubrió.
Están sobre la mesa muchos proyectos que el Gringuillo quiere dejar terminados antes del fin de su mandato y ponerles la plaquita que alimentaría su ego y pretender dejar un reconocimiento a perpetuidad. Pero el único legado que nos va a dejar es una deuda externa que sobrepasaría los $100 mil millones al final de su período. En realidad, la deuda externa les importa un comino. Además de continuar financiando gastos operativos con deuda, están las megaobras adjudicadas cuestionablemente. Pregúntense: ¿quiénes serán las personas de primer grado de afinidad que están “maquineando” estos megaproyectos de construcción?
Además de los $88 millones de la compra de los aviones a la brasileña Embraer, que pagaremos parcialmente del flujo de caja que no tenemos —o sea, que los pediremos prestados—, el saldo será con deuda, pero en realidad aumentando la deuda externa en $88 millones de un solo plumazo, en una compra directa e innecesaria, porque los gringos defienden el canal y están persiguiendo al narcotráfico.
Entonces también viene la remodelación de la “Casa de los Generales en Quarry Heights”, construida por los gringos y dejada en el abandono. Pareciera que están preparando la casa de huéspedes para que se queden cuando nos visiten los honorables gringos y tengan un lugar debidamente resguardado y fuera de la vista y acceso de los no privilegiados. También me imagino que sería usado como un lugar perfecto para tener reuniones fuera de la vista y del escrutinio público, además de fiestas privadas. Imagínense si al Loco se le hubiera ocurrido hacer esto y así tener un lugar privado para atender a sus periquitas y sus desenfrenadas parrandas. Claro, entonces en lugar de costar los $7 millones de ahora, posiblemente hubiese costado unos $15 millones. Queda por determinar a quién le darán el contrato de decoración interna y del mobiliario y avituallamiento. De seguro, estos fondos no saldrán del mega cash back que están produciendo los consulados y notarías, pues esos fondos deben tener otros destinos fuera de libros, pero sí en los bancos y bolsillos de los alcahuetes.
Ya se está maquinando el blindaje en el recinto más alto de los cortesanos, al proponer a dos candidatos que son sus allegados y que definitivamente no podrán ser independientes en casos relacionados con su persona o allegados. Y se da el tupé de decir que acatará el fallo de dicho tribunal y que no tiene inherencia alguna sobre el mismo. Visto desde otro prisma, está blindándose para cuando termine su período, y además posiblemente correrá a juramentarse en el Parlacen, por lo que ya vemos muy dudoso que Panamá salga de esa cueva de ladrones en este quinquenio presidencial.
El tema de la traición parece estar íntimamente ligado a la falta de independencia que tienen los funcionarios, a todos los niveles, para tomar decisiones sin consultar o pedir permiso a los gringos. Por más que griten a los cuatro vientos que somos soberanos, deben empezar a admitir que no lo somos y así la ciudadanía sabrá dónde estamos parados. Cantidad de ejemplos ya los hemos vivido y los seguimos viviendo. Es increíble que la primera dama esté acompañando al “pelao” en sus giras por el territorio nacional, principalmente en esas jornadas médicas de los militares, que no sabemos cuánto nos van a costar, pues el Desquiciado eliminó todas las agencias de ayuda humanitaria en el extranjero. Como una gran hazaña, mostró la camiseta de camuflaje que le regalaron los militares para que ella no se olvide de que está endeudada con ellos. De seguro pronto la veremos modelando dicha prenda de vestir por algún lado. Posiblemente el Mero Macho, su gabinete y allegados también recibieron uniformes o camisetas de camuflaje para que siempre recuerden quiénes son los que tienen la última palabra.
En el campo de las relaciones exteriores, ese ministerio que tiene a un cocinero sin hacha como ministro debería ser el administrador de la política exterior y mayor defensor de la soberanía. Claro que tiene que actuar como le dicen, además de pedirles permiso a los gringos. Es increíble que en su despacho se veten las donaciones que quieren hacer las embajadas de ciertos países a Panamá para ayudar a los niños, jóvenes, adultos mayores y la educación, y que no las permiten por más humanitarias que sean. Pero sí aplauden y cacarean las de los militares gringos y se jactan de las mismas. Debemos imaginar que esta censura es por terror al Desquiciado, por falta de iniciativa de pedirles permiso a ellos por miedo a represalias, o por un simple reconocimiento tácito de que no somos soberanos ni para las pequeñas cosas. Al paso que vamos, van a prohibir que los restaurantes chinos vendan hampao, siu mai, chow mein, pato a la Pekín y sus populares desayunos chinos, y eso que el ministro es cocinero.
En Panamá abunda la corrupción, el nepotismo, el blindaje y la traición, y mejor que Dios nos encuentre confesados.
El autor es ciudadano.

