La semana pasada compartí una primera entrega que busca analizar los riesgos globales con base en el análisis de los últimos 10 años del Global Risks Report del Foro Económico Mundial.
Más allá de los titulares sobre guerras, pandemias o catástrofes naturales, hay un tipo de riesgo que ha ido escalando y es persistente en los informes del Global Risks Report: los riesgos sociales. En la última década, el Foro Económico Mundial ha advertido sobre la creciente erosión del contrato social, la pérdida de cohesión comunitaria, las crisis de salud mental y los desplazamientos humanos forzados.
Uno de los síntomas más visibles ha sido la ola de protestas sociales masivas en distintos puntos del mundo. Aunque cada país tiene sus particularidades, los detonantes comparten un hilo común: desigualdad, frustración ante la inacción política y desconfianza en las instituciones.
El informe de 2024 señaló que la polarización y el malestar social ya no son eventos excepcionales, sino riesgos estructurales que pueden desembocar en inestabilidad política prolongada.
El fenómeno migratorio, por su parte, ha dejado de ser episódico. Las migraciones forzadas por conflictos, colapso climático o pobreza extrema han adquirido una dimensión que desborda la capacidad de respuesta de muchos Estados. El riesgo no solo es humanitario; también tiene implicaciones políticas.
El auge de movimientos nacionalistas, el cierre de fronteras y la xenofobia institucionalizada son parte de las consecuencias de no abordar de raíz los factores que empujan a millones a abandonar sus hogares.
A este complejo escenario se suma otro factor disruptivo: la desinformación. En un mundo hiperdigitalizado, el riesgo de fake news, campañas de manipulación y erosión de la confianza en la ciencia y los medios tradicionales ha escalado dramáticamente.
El informe del WEF de 2023 ubicó la desinformación masiva como uno de los cinco principales riesgos a corto plazo. No se trata solo de noticias falsas; estamos hablando de un fenómeno que mina las bases del diálogo público, fragmenta las sociedades y desestabiliza democracias.
En el plano económico, los informes también han reflejado una transición. Si bien los riesgos financieros y fiscales siguen presentes, la atención se ha desplazado hacia riesgos como la inflación persistente, la desaceleración global y la creciente desigualdad de ingresos.
Además, la automatización y los cambios en el mundo laboral, impulsados por tecnologías exponenciales, han creado una brecha de habilidades que podría dejar a millones fuera del mercado. La inacción frente a esta transformación representa un riesgo latente que podría intensificar las fracturas sociales existentes.
Lo que muestran los informes del Foro Económico Mundial es claro: los riesgos sociales y económicos están profundamente interrelacionados. No hay estabilidad económica sin cohesión social, y no hay cohesión social sin instituciones legítimas, educación inclusiva y acceso equitativo a oportunidades.
El autor es fundador de Semiotik.

