En medio de la actual crisis educativa que vive el país, a raíz del rotundo rechazo a la Ley 462 del Seguro Social, el Centro Educativo Adelaida R. de Herrera, ubicado en la comunidad de Escobal y fundado el 9 de junio de 1955, celebra su septuagésimo aniversario. Durante veinte años se dedicó únicamente a la educación primaria. En 1975 se convirtió en Centro Básico General, y desde el año 2014 se constituyó como Centro Educativo.
Su primer director fue el profesor Víctor Torres, y actualmente está bajo la dirección de la profesora Damaris Delisser de Blanquicet. Cuenta con una matrícula aproximada de 1,642 estudiantes, que cursan desde preescolar hasta duodécimo grado (XII), con salida al bachillerato en Ciencias. Además, dispone de un personal docente calificado y un gabinete psicopedagógico conformado por dos psicólogas y una trabajadora social al servicio del estudiantado adelaidista.
A 70 años de estar aquí, ofreciendo un servicio entregado e ininterrumpido a la educación panameña —específicamente a los sectores populares de las áreas circundantes del Lago Gatún y la Costa Abajo de la provincia de Colón—, la crisis actual es solo un detalle. Siempre hemos quedado al margen de las atenciones por parte de las autoridades educativas. Como no pertenecemos a la categoría de colegios públicos “importantes”, ni nos sostenemos sobre un pasado histórico prestigioso, nuestras necesidades estructurales y académicas han sido poco atendidas.
Es evidente que no estamos vinculados a esa red de relaciones interpersonales influyentes que facilitan el acceso al despacho superior. Tampoco somos antorchas, ni nos arropamos con un simulado adjetivo de excelencia. Pero en las entrañas de nuestros directivos, de cada docente, administrativo y estudiante, permanece la llama interior que nos ha empujado a superar, con esfuerzo, constancia y estoicismo, los obstáculos que día tras día se nos presentan. Nos ha tocado trabajar con las uñas.
Una muestra reciente de esto es que, habiendo cumplido con todo el trámite que confirma que los terrenos son propiedad del centro educativo —cuyo título de propiedad está en confección y cuya documentación ya reposa en el MEF—, por la burocracia en la regional de Colón, el proyecto no ha llegado a Panamá. Este hecho impide la asignación de nuestro presupuesto.
En nuestra población estudiantil, conformada en su mayoría por comunidades rurales y algunas lejanas, encontramos jóvenes que enfrentan pobreza y pobreza extrema, y que abandonan sus hogares para quedarse en el internado o en casas de familiares o conocidos, con tal de alcanzar el sueño de una mejor calidad de vida. Nuestros chicos están permeados de una cultura rural, sí, pero cargados de valores esenciales como la convivencia pacífica, el respeto, el trabajo, el esfuerzo y la perseverancia. Eso deja poco margen al pandillerismo.
En el devenir histórico de este centro educativo, el estudiante adelaidista, a contraviento, ha sobresalido en concursos a nivel nacional y provincial de robótica, deletreo, oratoria, poesía patriótica y otros. Recientemente, lograron un digno tercer lugar en el concurso de Eco Maquetas 2025. Es evidente que, a pesar de todas las contrariedades, su recurso humano ha hecho del adelaidismo, a lo largo de los años, una filosofía que —como el titanio— representa la fuerza, la durabilidad y simboliza la solidez.
En suma, hoy, prácticamente invisibilizados por un sistema que privilegia a sus favoritos y relega a quienes considera sin importancia, desde hace 70 años hemos estado aquí, haciendo un trabajo resiliente que ha aportado miles de profesionales al progreso de este país. Como dice Revel (2015): “...con la convicción de que las vidas minúsculas también participan, desde su lugar, en la historia ‘grande’, de la que nos dan una versión diferente, discreta, compleja” (p. 15). ¡Felices Bodas de Titanio!
El autor es docente.

