El reciente resultado de la elección de la Junta Directiva de la Asamblea Nacional de Diputados representa, para la mayoría de los panameños, una refrescante, alentadora y positiva esperanza. Esto gracias a los bisoños diputados de las bancadas independientes —Vamos y Seguimos—, quienes por fin (¡ya era hora!) lograron dar un golpe de autoridad, madurez, inteligencia emocional y capacidad política, al consolidar en esta ocasión una estrategia —por demás potable y benigna, sin sacrificar principios— basada en objetivos y metas claras. De paso, pusieron en serios aprietos la eficacia de la vieja práctica del matraqueo y los maletinazos.
Sin duda, ello no es poca cosa, y así lo han debido entender —mientras lamen sus heridas y calibran su derrota— especialmente los diputados del PRD y RM, quienes respaldaron la candidatura de Shirley Castañeda, confiados en los favorables resultados que habitualmente ha generado la práctica ortopédica de torcer brazos.
Hicieron muy bien los diputados independientes al momento de emitir su voto y advertir con claridad meridiana que no le estaban entregando un cheque en blanco a los panameñistas al declinar sus intereses en favor de uno de sus integrantes para la presidencia. Advertencia más que necesaria, toda vez que para nadie es un secreto la ambivalente y acomodaticia trayectoria histórica de diputados de este partido en un pasado no tan lejano. Por supuesto, nada comparable con el acostumbrado y permanente cinismo, oportunismo y carencia de principios éticos, morales y políticos del PRD.
A propósito, la bancada del PRD se sentía muy segura de su jugada, al considerar inmejorable la ocasión de aprovechar la coyuntura y reverdecer laureles asociándose con el partido de gobierno (RM), el cual, por su parte, mostró evidencia adicional de una increíble fortaleza de estómago. Esta ya había quedado demostrada desde el momento en que se atrevieron a postular como candidata para presidir la Asamblea a nada más y nada menos que a la oficiosa abogada de “Cholo Chorrillo”, condenado por blanqueo y extraditado por narcotráfico. Además de ser una declarada admiradora, amiga y defensora personal de otro condenado por lavado de dinero y archiconocido rey de la corrupción en Panamá: el ahora asilado en Colombia, Ricardo Martinelli.
Bonitos íbamos a quedar como país, ahora que el presidente Mulino ha empeñado esfuerzos con alma, vida y corazón en una campaña ante foros internacionales para tratar de que nos saquen de las listas negras y grises. ¡Uff! De la que nos salvamos.
Finalmente, me parece oportuno reiterar al diputado Jorge Herrera y al Partido Panameñista en general que, el día de la escogencia de la Junta Directiva de la Asamblea, el pueblo panameño no celebró su victoria, sino la contundente lección de desprendimiento, sensatez y claridad de pensamiento de estos jóvenes diputados independientes, que declinaron sus aspiraciones personales y honraron su palabra. Esperan, al igual que muchos, que usted haga lo propio, a fin de luchar uniendo esfuerzos en la dirección correcta, para procurar rescatar a la Asamblea del marasmo de corrupción, sinvergüenzura y desfachatez en que todavía se encuentra sometida.
Como presidente de este órgano del Estado, hágase un favor usted mismo y, de paso, hágale un favor al país. No defraude a estos jóvenes que le brindaron su confianza. Y, mejor aún, no defraude al pueblo panameño. Queremos confiar en que hará su mejor esfuerzo a fin de corregir los errores que su partido —al igual que los partidos que en esta ocasión adversa— cometieron de manera escandalosa en el pasado, en contra de los sagrados intereses de la nación panameña. Quiera Dios que así sea.
El autor es pintor y escritor.

