Todos sabemos lo que es un paraíso fiscal. Pero lo que plantea The 1841 Foundation en su nuevo informe es el reverso tenebroso: el “Tax Hell Index 2024”, o, dicho en criollo, un ranking de países donde pagar impuestos es casi una condena. Recuerdo que hace aproximadamente un año publiqué en este medio un artículo de opinión sobre la edición 2023 del índice.
El informe analiza 82 países —sobre todo de Europa y América— cruzando dos factores: cuánto exprimen al contribuyente y qué tan mal funcionan sus instituciones. No se trata solo de cuántos impuestos se pagan, sino de qué tan poco confiables son los gobiernos que los administran. Esa es la clave: la presión fiscal se vuelve insoportable cuando está mal gestionada.
¿Quiénes están en el infierno?
En la cima del ranking están Rusia y Venezuela, empatados. Luego aparece Argentina, que, aunque no sorprende demasiado, sí duele, porque muestra que el problema no es solo cuánto se recauda, sino cómo se maneja. La inclusión de Argentina se basa en datos de 2023, antes del cambio de rumbo económico del gobierno del presidente Milei.
También se mencionan otros países con alto riesgo fiscal —como Bolivia, Nicaragua y Ecuador— y, del otro lado, varios casos interesantes: Irlanda, Dinamarca, Suiza, Luxemburgo. Países con impuestos altos, sí, pero con instituciones sólidas, servicios de calidad y reglas claras. Es decir, cobrar mucho no es el problema si el Estado funciona.
No se trata solo de números
El informe pone el foco en algo que muchas veces se pasa por alto: la calidad institucional importa tanto como la carga fiscal. No es lo mismo pagar el 40% de tus ingresos en un país con salud, educación, justicia y seguridad, que hacerlo en uno donde nada de eso está garantizado. La percepción ciudadana cambia radicalmente según lo que recibe a cambio.
En los países que lideran este ranking, el Estado cobra como si fuera eficiente, pero actúa como si no tuviera ninguna obligación. Hay corrupción, inseguridad jurídica, inestabilidad económica y, en muchos casos, arbitrariedad. En ese contexto, pagar impuestos se siente como una pérdida directa, como financiar algo que no mejora tu vida.
Por qué esto nos debe importar
Primero, porque quienes viven en estos países la pasan mal. Y no es solo una cuestión ideológica o teórica. Es algo práctico: si no sabes qué va a pasar con tu dinero, si el sistema no te protege y el Estado no responde, entonces todo se vuelve incertidumbre. Y con la incertidumbre vienen la informalidad, la fuga de capitales y el desencanto generalizado.
Segundo, porque esto aleja inversiones, empuja a muchos a emigrar o a trabajar en la informalidad, y profundiza el estancamiento. Es un círculo vicioso difícil de romper si no se recupera la confianza en las instituciones.
Y tercero, porque es una señal de alerta para no quedarnos solo en las reformas fiscales. Está bien ajustar las cuentas, buscar eficiencia, reducir el déficit. Pero si no hay un plan serio para ordenar el Estado, mejorar la justicia, reducir la corrupción y respetar reglas claras, nada cambia de fondo.
Ojo con las simplificaciones
El informe es útil, pero no perfecto. Deja fuera a muchos países de Asia y África, que también enfrentan serios problemas fiscales e institucionales. Además, agrupar a países tan distintos bajo una misma etiqueta puede ser engañoso. No es lo mismo la situación de Argentina que la de Rusia, por más que estén cerca en el ranking.
En resumen
El Tax Hell Index nos recuerda algo simple: la presión tributaria, por sí sola, no dice nada si no va acompañada de un Estado que funcione. Un país puede tener impuestos altos y aun así ser justo, previsible y confiable.
Si un país quiere salir de la lista de infiernos tributarios, no basta con bajar impuestos o ajustar el gasto. Hay que lograr que el Estado merezca lo que cobra. Que dé servicios, que respete derechos, que no se lo lleve todo sin devolver nada.
Porque pagar impuestos no debería sentirse como un castigo, sino como parte de un contrato.
El autor es Country Managing Partner – EY.
