La herencia cultural y natural de Panamá es uno de sus activos más poderosos. Gestionada con disciplina, visión y Estado, se convierte en lenguaje universal de identidad y en herramienta de reputación. Ese capital abre puertas a la confianza internacional, al turismo con propósito y a la cooperación que genera oportunidades.
El Casco Antiguo, con sus plazas restauradas y vida cultural, simboliza la reinvención con memoria. Portobelo, con sus fortificaciones coloniales y la fuerza viva de los Congos y Diablos, muestra el mestizaje como riqueza y resistencia. Coiba, con su biodiversidad única, confirma que la naturaleza es patrimonio y puede convertirse en laboratorio global de conservación. Las expresiones inmateriales como el sombrero pintao y el Corpus Christi transmiten identidad y pertenencia de generación en generación. Estos ejemplos componen una relación nacional que fortalece el orgullo interno y el prestigio externo. Además, la reciente inscripción de la Ruta Colonial Transístmica en la Lista de Patrimonio Mundial conecta siglos de historia en un itinerario que une océanos y confirma al istmo como puente entre mundos.
El patrimonio es una palanca de transformación que fortalece el tejido social, impulsa el desarrollo económico y protege el medio ambiente. Cada tradición transmitida refuerza identidad y cohesión, cada sitio gestionado con visión genera empleo y dinamiza comunidades, cada ecosistema conservado asegura equilibrio climático y oportunidades para la ciencia. Cuando un país proyecta con claridad los símbolos que lo definen, fortalece su reputación y conquista un lugar respetado en el escenario global.
La Marca País encuentra aquí su sustento. La autenticidad genera confianza en visitantes e inversionistas y ofrece al mundo un argumento sólido de reputación. Se robustece cuando la historia, las tradiciones y la naturaleza se transforman en experiencias bien diseñadas, con programación rigurosa, gastronomía con memoria y circuitos que integran territorios.
El Ministerio de Cultura, la Cancillería, la Autoridad de Turismo y PROMTUR ya actúan como custodios y promotores de este legado. El desafío consiste en consolidar esa labor en una política-país de largo alcance, con continuidad intergeneracional y metas verificables. Una estrategia de patrimonio concebida como política de Estado integra conservación, promoción y desarrollo comunitario, atrae inversión, estimula la economía creativa, genera conocimiento y proyecta confianza en la comunidad internacional.
La UNESCO ofrece el marco idóneo para este propósito. Representa un ecosistema de cooperación, investigación y prestigio que se fortalece con la participación activa de los Estados. Panamá cuenta con una Misión Permanente en París que constituye el puente natural para alinear nuestras aspiraciones patrimoniales con la agenda global. Esa misión puede ser catalizadora de candidaturas, defensora de sitios en riesgo y promotora de proyectos que refuercen nuestra visibilidad. Aprovechar su potencial exige visión estratégica y coordinación con las instituciones nacionales, de manera que el frente interno y el frente diplomático se refuercen mutuamente.
La diplomacia cultural se convierte en un componente esencial de esta estrategia. Países como México, Perú, España o Marruecos han utilizado su patrimonio reconocido por la UNESCO como vehículo de poder blando, atrayendo visitantes, inversiones y alianzas estratégicas. Sus ciudades, gastronomía y celebraciones son símbolos globales de identidad nacional. Proyectar nuestro patrimonio con claridad equivale a presentarnos como un país que custodia bienes de valor universal y que entiende la magnitud de su responsabilidad.
La visión de Estado sobre el patrimonio debe expresarse en herramientas concretas: planos de manejo con financiamiento estable, cronogramas públicos y transparentes, métricas de impacto turístico, cultural y educativo, y mecanismos de cooperación internacional que aporten recursos, tecnología y conocimiento. Esta arquitectura convierte al patrimonio en argumento de confianza para inversores, en plataforma de innovación para emprendedores y en espacio de formación para nuevas generaciones.
El mundo observa a Panamá como nación de tránsito y de encuentro. Convertir el patrimonio en estrategia de Estado nos permitirá ser también puente cultural de la humanidad. Ese legado, gobernado con disciplina y proyección, asegura que Panamá escriba con voz propia las páginas de la historia universal.
El autor es estratega en comunicación y asuntos públicos, socio fundador de ÁTOMA.
