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Enfoque gerencial

Cultura versus CEO: cuando el sistema importa más que el rostro

Como todas las modas gerenciales, muchos consultores y gerentes corren detrás de ellas para “mantenerse” al día con las tendencias, sin antes reflexionar estratégicamente sobre el porqué y el cómo deben adoptarse.

A veces me sorprende cómo, en algunas empresas, el nombre del CEO suena más fuerte que el de la propia marca. Es como si la compañía fuera un personaje secundario en la película de su líder.

Apostar por el posicionamiento del CEO como rostro visible y motor de la marca, o construir una estrategia donde el sistema y la cultura estén por encima de cualquier persona, es una decisión clave.

La primera opción puede generar gran visibilidad y conexión emocional rápida, pero también expone a la organización a la volatilidad de la reputación individual. La segunda es menos dependiente de personalidades y más estable en el tiempo, porque distribuye la legitimidad y el liderazgo.

Pensemos en Tesla. Su CEO, Elon Musk, es probablemente uno de los líderes más conocidos del mundo. Su personalidad ha sido un motor clave para la visibilidad de la marca. Pero ese nivel de exposición tiene un precio: basta un tuit suyo para que las acciones suban… o caigan en cuestión de minutos.

Ahora, miremos el caso de Toyota. ¿Sabes quién es su CEO actual? Si no lo sabes, no estás solo. La mayoría de la gente tampoco. Y eso no es un error: es una estrategia. Durante más de 70 años, Toyota ha construido una reputación global basada en procesos, calidad y consistencia, no en el carisma de una persona. No necesitan un rockstar al frente porque su cultura es el verdadero motor.

Las empresas resilientes ponen la cultura por encima de las personalidades. Tienen un propósito que está en el ADN organizacional, no en el relato de su líder. El sistema importa más que el rostro. Y eso les da algo que el carisma individual nunca podrá garantizar: estabilidad.

Una cultura sólida sostiene la legitimidad del desempeño empresarial, no el líder.

El problema es que muchas compañías creen tener “cultura” cuando, en realidad, tienen “culto a la personalidad”. Siguen al líder como si fuera una figura mesiánica, y todos los procesos, decisiones y hasta la identidad de la empresa giran en torno a él o ella.

Las empresas que trabajan en una estrategia resiliente diseñan sistemas para que la cultura sea más fuerte que cualquier individuo. Poner la cultura por encima de las personalidades no significa apagar el brillo de los líderes, sino asegurarse de que ese brillo no sea la única luz disponible. Significa construir un tejido organizacional tan fuerte que, si una persona sale de escena, la historia de la organización pueda seguir su curso sin tambalear.

Una cultura bien construida y bien cuidada es el seguro de vida más poderoso que una organización puede tener.

El autor es fundador de Semiotik.


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