Hoy sigue siendo válido que el conocimiento del pasado es esencial para entender el presente. Tristemente es un hecho que el mundo no fue creado de cero con la invención de Internet.
El siglo XIX colombiano desde 1821 es también el siglo XIX de Panamá. Sus conflictos políticos y bélicos, de fondo ideológico, están 100% en el trasfondo del debate sobre la libertad religiosa del Panamá de este año 2024. Hubo vida antes de 1903. Y resulta que algunos temas de esos tiempos todavía nos afectan.
Estuvimos 82 años integrados a Colombia. Los panameños eran actores activos de la política colombiana. El panameño José Arsenio De Obaldía y Orejuela (1806-1889) fue Presidente Encargado de la República de la Nueva Granada.
Otro panameño, Tomás Herrera (1804-1854), fue Secretario de Guerra y Marina y jefe de las tropas del gobierno liberal de José Hilario López que sofocaron el levantamiento armado de los Conservadores en Antioquia en 1851, quienes reaccionaron contra las reformas de López que, entre otras, reducían el poder de la iglesia y abolían la esclavitud.
Es cierto que hubo varios intentos de separación en el siglo XIX, sin embargo, la corriente fundamental era el autonomismo, dentro de Colombia. De allí la mayoritaria simpatía por el Partido Liberal, más federalista. También defendían una marcada separación de la iglesia y el Estado.
Había un sector importante en todos los departamentos de Colombia que pensaban igual. Todos se sentían muy colombianos. Los panameños de entonces arriesgaron varias veces sus vidas en guerras civiles colombianas.
Tomás Herrera murió en Bogotá en uno de esos conflictos civiles. Nadie se la juega así, por el destino de un país que no siente suyo. Lo de la separación de 1903 fue un desenlace posterior muy especial, producto de una situación límite con influencia de muchos factores, entre ellos geopolíticos.
Una forma deliberadamente reduccionista de ver el rejuego político colombiano previo a 1903, es asociar tal devenir con el péndulo de Foucault, moviéndose de extremo a extremo, eternamente, en el Pantheon de París. Primero llega hasta el lado Liberal y luego al Conservador… y vuelve atrás. Y así sigue oscilando… “hasta que se seque el malecón”.
En 1863 el péndulo estaba con el Partido Liberal. Los conservadores trataron de prolongarse en el poder. Los liberales se alzaron en armas bajo el liderazgo de Tomás Cipriano de Mosquera. La guerra duró de 1859 a 1862.
En 1863 se aprueba la Constitución de Río Negro de corte federalista. Se crean los “Estados Unidos de Colombia”, formados por los Estados Soberanos de Antioquia, Bolívar, Boyacá, Cauca, Cundinamarca, Panamá, Santander y Tolima.
Estando presente representantes de todo el liberalismo colombiano, el panameño Justo Arosemena Quesada fue seleccionado como presidente de la convención. La delegación de Panamá también la integraban Buenaventura Correoso, Gabriel Neira, Guillermo Lynch, José Encarnación Brandao y Guillermo Figueroa.
El sistema establecido era que había una Constitución para todo el país y cada Estado también tenía una Constitución sometida a la nacional. La Constitución de Río Negro reconoció la profesión libre de cualquier religión, siempre que no afectara la soberanía nacional ni turbara la paz pública. Las 6 constituciones de Panamá de esa época mantuvieron ese patrón.
En 1886 el péndulo estaba con el Partido Conservador. Los Liberales estaban profundamente divididos desde 1870. Un presidente liberal de una facción queda aliado con los conservadores. Entre 1884 y 1885 hay otra guerra civil. Gana la corriente conservadora. Surge la Constitución de 1886 redactada por Miguel Antonio Caro. Ningún panameño participó.
Gobierno clerical centralista. A Panamá se le castiga con una camisa de fuerza, porque se dispone que se gobierna directamente desde Bogotá.
La religión católica es la religión del Estado. El gobierno tiene que defenderla. Se permite la práctica de otras religiones, pero las otras deben sujetarse a los parámetros de la “moral cristiana”, pudiendo ser juzgadas conforme al Derecho Común si no cumplían esa regla.
Con ese precedente llegamos a la Constitución de Panamá de 1904, donde se elimina la existencia de una religión oficial del Estado. Sin embargo, dejaron esa incoherente y aislada referencia al sometimiento de las demás religiones a la “moral cristiana”.
Así ha venido esa frase anacrónica sobreviviendo hasta hoy. Ya no encaja con la integridad de los volares constitucionales y convencionales. Pareciera que el fantasma del clericalismo ignorante y gélido de Miguel Antonio Caro, todavía nos persiguiera, a través del Cementerio Amador, en la noche, con antorchas y en cuadrilla.
Y es curioso, porque ya en la propia Colombia todo eso fue superado, especialmente con la Constitución de 1991 y la jurisprudencia de la Corte Constitucional.
El autor es abogado

