En la madrugada del 4 de agosto de 1980, cuando las rotativas de un nuevo diario comenzaron a imprimir sus primeras páginas, pocos imaginaban que aquellas hojas, aún tibias por la tinta fresca, se convertirían en un símbolo de resistencia. Era el nacimiento de La Prensa, un medio que en sus 45 años de existencia ha sobrevivido a censuras, clausuras, amenazas y demandas, manteniendo como estandarte la independencia editorial y el derecho ciudadano a estar informado.
Un periódico nacional constituye una pieza clave en la vida cultural, social, económica y política de un país, pues actúa como espejo y motor de su realidad. Desde el ámbito cultural, preserva y difunde la identidad, las tradiciones y las expresiones artísticas, convirtiéndose en un archivo vivo de la memoria colectiva. En lo social, da voz a las comunidades, visibiliza problemáticas y promueve el debate público informado, fortaleciendo la cohesión ciudadana. Incluso orienta a inversionistas, empresarios y consumidores con información veraz sobre mercados, tendencias y políticas públicas, influyendo en la toma de decisiones estratégicas, y además ejerce su función de contrapeso y fiscalización al poder, garantizando la transparencia y alimentando la democracia mediante el periodismo de investigación y el análisis crítico.
Hoy, mientras La Prensa celebra su aniversario bajo el lema “45 años informando. 45 años generando valor”, el diario recuerda una trayectoria marcada por desafíos que trascienden el periodismo y se inscriben en la memoria democrática de Panamá.
La década de 1980 en Panamá estaba dominada por la dictadura militar instaurada en 1968. La censura, la represión y el control de los medios eran parte del panorama. Fue en ese contexto que I. Roberto Eisenmann Jr., empresario y defensor de las libertades, regresó del exilio decidido a fundar un periódico libre de ataduras políticas y económicas.
El modelo de propiedad que ideó fue inusual: participación accionaria dispersa y un consejo editorial independiente, con el fin de blindar al diario de presiones externas. Desde su primera edición, La Prensa apostó por el periodismo investigativo, cuestionando al poder militar y dando espacio a voces críticas que, hasta entonces, apenas podían encontrar eco.
Pronto se convirtió en una piedra en el zapato para el régimen. Sus portadas denunciaban corrupción, abusos de derechos humanos y maniobras políticas opacas. La respuesta del poder fue predecible: cierres temporales, confiscación de equipos, amenazas y persecución contra sus periodistas.
En 1987, uno de los episodios más recordados fue el cierre forzoso de sus instalaciones, que se prolongó durante meses. Aun así, el equipo editorial buscó formas de mantener viva la voz del periódico, colaborando con medios internacionales y utilizando canales alternativos para difundir información. Aquella resistencia fortaleció su imagen como el diario que no se doblegaba.
La invasión estadounidense de diciembre de 1989 puso fin a la dictadura de Manuel Antonio Noriega y abrió un nuevo capítulo para La Prensa. Con la llegada de gobiernos democráticos, el diario recuperó la libertad de publicar sin censura directa. Sin embargo, la independencia editorial no significó complacencia: desde entonces, sus páginas han seguido señalando irregularidades, sin importar el partido o figura política en el poder.
La década de 1990 consolidó su rol como un medio de investigación y análisis, con reportajes sobre corrupción administrativa, conflictos ambientales y reformas estructurales. Su compromiso con la fiscalización le valió reconocimiento internacional, pero también nuevas enemistades. Luego, la llegada del nuevo milenio y la revolución digital obligaron a todos los medios a adaptarse. La Prensa no fue la excepción. Su edición impresa se complementó con un portal web que hoy es uno de los más visitados del país. Las redes sociales, el periodismo de datos y las plataformas multimedia se convirtieron en aliados para llegar a un público más amplio y diverso.
En paralelo, el diario diversificó su portafolio: suplementos temáticos, cobertura especializada en economía, política y deportes, y alianzas con organizaciones internacionales de periodismo investigativo. La transición no estuvo exenta de desafíos, sobre todo en un mercado publicitario cada vez más fragmentado. La independencia tiene un precio. En la última década, La Prensa ha enfrentado múltiples demandas civiles y penales por sus investigaciones, algunas con reclamaciones millonarias. Organizaciones como la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) y Human Rights Watch han expresado su preocupación por el uso del sistema judicial como mecanismo de intimidación contra el medio.
En 2020, coincidiendo con su 40.º aniversario, el diario declaró estar en “estado de alerta” ante estas presiones. El mensaje era claro: las amenazas a la libertad de prensa no habían desaparecido, solo habían cambiado de forma. Entre sus reportajes más recordados figuran las investigaciones sobre el desfalco del Fondo de Inversión Social en los años noventa, los contratos irregulares en la ampliación del Canal de Panamá y las filtraciones de los “Papeles de Panamá” en 2016, donde colaboró con el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ). Estas coberturas no solo aportaron información clave al debate público, sino que también provocaron reformas legales, renuncias de funcionarios y procesos judiciales.
El 45.º aniversario es también un homenaje a quienes han hecho posible la historia del diario: periodistas que trabajaron bajo censura, fotógrafos que documentaron momentos históricos, editores que apostaron por la verdad y personal técnico que mantuvo las rotativas en marcha aun en circunstancias adversas.
“Lo que nos ha sostenido no es solo el compromiso con la noticia, sino con el país”, afirma un veterano reportero del diario. “Aquí aprendimos que hacer periodismo en Panamá es, muchas veces, un acto de coraje”.
Hoy, La Prensa sigue siendo referente de periodismo independiente en la región. Su apuesta por la verificación de datos, el análisis profundo y la investigación rigurosa le ha permitido mantenerse relevante frente a un ecosistema mediático saturado de información y noticias falsas. El aniversario 45 no es solo un recuento de lo vivido, sino también un recordatorio de que el periodismo enfrenta nuevos desafíos: la polarización política, la desinformación en redes y la sostenibilidad económica en la era digital.
Un periódico nacional no es solo un canal de noticias: es un agente activo que moldea el pensamiento colectivo y contribuye de manera decisiva al desarrollo integral de una nación. Los directivos del diario han anunciado planes para fortalecer su presencia digital, con nuevas herramientas interactivas, pódcast y formatos audiovisuales. También se prevé una mayor apertura a contenidos generados por la comunidad y proyectos colaborativos con medios internacionales.
La meta es clara: seguir cumpliendo con el compromiso asumido en 1980, adaptándose a los cambios sin renunciar a su esencia. En un país que ha transitado de la dictadura a la democracia, del papel a la nube digital, La Prensa ha demostrado que la libertad de expresión no es una concesión, sino un derecho que se defiende día a día. Su historia es la de un medio que ha sabido combinar resistencia y renovación, sin perder de vista que su razón de ser está en el servicio a la sociedad.
“Un país sin prensa libre es un país a oscuras”. A 45 años de su primer amanecer, La Prensa sigue encendiendo luces.
La autora es poeta y narradora.


