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De las ventajas comparativas a las competitivas, una tarea pendiente



Panamá, “abundancia de peces y mariposas” y de otras virtudes, que le han permitido en dos décadas llegar a ser el país más atractivo, pujante y con la mejor infraestructura de la región.

Aprovechando sus ventajas comparativas, logramos duplicar el ingreso per cápita entre el 2004 y el 2014, sin embargo, durante ese período engendramos un proceso de pérdida de visión de largo plazo, que nos llevó a confiar en que las ventajas comparativas que teníamos, nos permitirían extender la bonanza indefinidamente, mas no fue así, y después de 2012 entramos en un proceso de desaceleración económica miope, y de deterioro de la institucionalidad y la confianza, al diferir decisiones políticas, económicas y sociales, todo lo cual nos hizo perder tracción, empleo y oportunidades de desarrollo.

En economía, se habla de las ventajas comparativas que aportan los países y permiten disfrutar de ciertos beneficios que otros con los cuales se compite, no tienen o están en desventaja, como por ejemplo en el caso de Panamá, la ubicación geográfica, el clima, la biodiversidad, el Canal e infraestructura portuaria, el hub aéreo, el dólar como moneda oficial, las leyes especiales para promover inversión extranjera y zonas libres y los incentivos fiscales, entre otros, que ofrecen un atractivo especial, más allá de la abundancia de peces y mariposas que hay en el país. Pero también tenemos algunas desventajas comparativas, como el tamaño del mercado, el marco regulatorio excesivamente proteccionista para empresas y profesionales que inhibe la productividad, la calidad del sistema educativo, el costo y calidad de los servicios públicos, la transparencia y corrupción, entre otros.

Las ventajas comparativas son importantes para generar crecimiento económico, pero no suficientes por sí solas para lograr prosperidad y desarrollo, en forma sostenible e inclusiva, para lo cual es necesario generar ventajas competitivas, a través de procesos de innovación y mejora continua de las capacidades del talento, la incorporación de nuevas tecnologías y el fortalecimiento de la institucionalidad.

Los procesos para aprovechar las ventajas comparativas y desarrollar ventajas competitivas, no son automáticos, ni los provee la madre naturaleza, requieren de una planificación y ejecución armónica de políticas y planes de acción, públicos y privados, con Visión de País, eliminando en el caso de Panamá, por ejemplo, barreras proteccionistas, mejorando la productividad, promoviendo la competencia sana e inversión, nacional y extranjera, y sobre todo, incorporando y comprometiendo a la sociedad proactiva y consciente, de su rol en el desarrollo del país.

Los factores a mejorar los conocemos, pero eso no es suficiente, además los podemos inferir a través de las múltiples calificaciones que logramos en los diferentes índices comparativos a nivel mundial y regional, por ejemplo: la prueba PISA que nos da luces del progreso o estancamiento de nuestro sistema educativo, la World Intellectual Property Organization publica el Innovation Index, que nos posiciona en base a nuestra capacidad de innovar, donde en el 2022 clasificamos de 81/132 países, siendo los factores de educación e incorporación de tecnologías los que muestran mayores áreas de oportunidad (Costa Rica se posicionó en el lugar 68, Chile 50 y Singapur 7, países éstos con los cuales nos comparamos frecuentemente).

Singapur con una extensión de 733 kilómetros cuadrados, el segundo PIB per cápita más alto del mundo, desarrolló su modelo de crecimiento hacia una economía totalmente abierta orientada a la exportación, atraer inversiones extranjeras gracias a su localización, talento altamente calificado, bajas tasas impositivas y cero tolerancias a la corrupción.

Del Ranking de Competitividad 2019 publicado por el World Economic Forum, podemos apreciar que Panamá figura en el lugar 66/142, resultando Panamá mejor calificada en 5 de 12 pilares entre los países centroamericanos (infraestructura, estabilidad macroeconómica, sistema financiero, tamaño de mercado y dinamismo de negocios) sin embargo, en los pilares que tienen que ver con institucionalidad, capacidades y habilidades laborales, adopción de nuevas tecnologías y capacidad para innovar, nuevamente mostramos las mayores oportunidades de mejora.

Abundancia de peces, mariposas y talento, debería ser nuestro nuevo y más importante desafío. Un movimiento nacional por la educación, ojalá liderizado por jóvenes, con la participación de todos los actores, nos permitiría alcanzar las ventajas competitivas necesarias para gestar el desarrollo sostenible e inclusivo que tanto anhelamos. Ahora es el turno de la educación, con compromisos, procesos ágiles y visión de país.

El autor es economista.


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