Cuando la violencia sustituye al argumento, la democracia deja de ser democracia y se transforma en un espacio donde el miedo reemplaza la voz ciudadana, impone silencio y provoca el fracaso del diálogo y de la libertad para incidir y participar.
La muerte del senador y candidato presidencial Miguel Uribe Turbay —padre, joven y político— nos recuerda que la democracia se debilita cuando el costo de participar en política puede ser la propia vida.
Como joven que participa activamente en la política y que cree en un Estado de Derecho sólido, defiendo un debate donde las ideas distintas se enfrenten con argumentos, nunca con violencia.
En Panamá, debemos garantizar que, en esta era donde la democracia es la base de una sociedad libre y la participación ciudadana es imprescindible, hechos como este jamás tengan cabida. El legado de un joven político con fe en el cambio debe inspirarnos a no ceder un solo espacio a la violencia y a proteger siempre una política y un servicio público que honren la vida, la seguridad y la libertad.
Lo sucedido en Colombia representa un retroceso que frena el avance de las sociedades democráticas. La violencia no puede tener lugar en los países que aspiren a seguir siéndolo. Esto no debe ser un impedimento para seguir incidiendo de manera transparente, sirviendo al pueblo y no sirviéndose de él, manteniendo firme el compromiso con la verdad, la justicia y el bienestar común.
Si realmente aspiramos a una sociedad más justa y transparente, no podemos permitir que la violencia nos aparte de la vida pública. Debemos involucrarnos para impulsar cambios reales, entendiendo que el verdadero desarrollo no se construye desde la comodidad de una pantalla, sino con acción decidida, participación activa y la defensa firme de los principios democráticos y del Estado de Derecho.
Es importante recordar siempre que las ideas se defienden con argumentos, nunca con balas.
La autora es abogada.