Las economías atraviesan ciclos con períodos de expansión, recesión y, en casos extremos, depresión. Entre las más notables destacan la Gran Depresión de los años 30, la crisis financiera de 2008–2009 en Estados Unidos, y la recesión de 1990–1991, provocada por la guerra del Golfo. Esta última disparó los precios del petróleo, desató inflación, una crisis inmobiliaria, caída del consumo y pérdida masiva de empleos, lo que impactó la campaña presidencial de 1992, cuando Bill Clinton acuñó la célebre frase: “Es la economía, estúpido” para subrayar que la insatisfacción económica era clave para derrotar a George H. W. Bush.
En América Latina, la recesión de los años 80 fue bautizada como “la década perdida”. La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) ha calificado el periodo 2014–2024 como “la segunda década perdida”, debido al bajo crecimiento económico y a la incapacidad para revertir factores estructurales como el desempleo, la informalidad, la desigualdad, la baja productividad y los efectos persistentes de la pandemia.
El Balance preliminar de las economías de América Latina 2024, publicado por la CEPAL, confirma nuevamente un crecimiento modesto del PIB regional —apenas 1% entre 2015 y 2024—, mientras las economías asiáticas más desarrolladas y emergentes amplían su ventaja en productividad, competitividad y bienestar.
Costa Rica y República Dominicana han comenzado a mostrar señales de crecimiento sostenido, con tasas de 4.3% y 5% respectivamente en 2024. Panamá, que debía estar en ese grupo, apenas creció 2.9%, lastrado por los efectos de la pandemia, una débil ejecución económica y el cierre abrupto de la mina de cobre a fines de 2023. Aun así, hay expectativas favorables si se implementa con agilidad el plan de reactivación del nuevo equipo económico, orientado a reducir el déficit fiscal, enfrentar los problemas estructurales y ejecutar un ambicioso plan de inversiones.
Michael Porter aporta elementos clave para desarrollar ventajas competitivas: integración y complementariedad industrial, estructuras empresariales eficaces, rivalidad dentro del mercado, y —fundamentalmente— la calidad del recurso humano.
Entre los múltiples factores que frenan la competitividad de los países latinoamericanos y dificultan su recuperación, destacan los intangibles económicos: capacidades laborales y tecnológicas limitadas, baja confianza, proteccionismo, institucionalidad débil y escasa efectividad en la ejecución de políticas.
Salir de la recesión requiere una estrategia nacional clara de transformación y reactivación, centrada en potenciar la innovación, fortalecer el talento humano y eliminar los cuellos de botella que frenan la eficiencia.
Entre las medidas prioritarias:
Capacitación urgente del talento humano, promoviendo habilidades gerenciales y tecnologías emergentes. Esto exige eliminar barreras para atraer y retener talento internacional, como hizo Singapur, diversificando su economía y alcanzando altos niveles de desarrollo en pocas décadas.
Eliminación de subsidios y barreras proteccionistas que distorsionan la competencia.
Combate efectivo a la evasión fiscal, digitalización del aparato estatal y eliminación de prebendas.
Mejorar el acceso y la calidad de los servicios públicos, reduciendo sus costos.
Facilitar el crédito productivo, en especial para PYMES, reduciendo tasas de interés y expandiendo la inclusión financiera mediante digitalización.
Promover inversiones sostenibles, con foco en energías renovables y uso responsable de los recursos naturales.
Para lograr una reactivación efectiva, es crucial gestionar los intangibles económicos, que son determinantes para la ejecución de políticas, la atracción de inversiones y el uso eficiente de los factores productivos. Anunciar planes no basta; lo decisivo es implementarlos con eficacia. Quedarse atrás no es opción. No gestionar los intangibles, tampoco.
El autor es economista con máster en Blockchain & Fintech.

