El 17 de diciembre, el presidente José Raúl Mulino recibió los aportes del Canal por primera vez en mi provincia de Colón, en el sector Atlántico, donde muchos panameños han visto el Canal toda su vida.
Representar a mis compañeros ante el presidente de la República y ante el país fue un honor que jamás imaginé.
Para quienes trabajamos detrás de escena, entregar ese aporte en nuestro propio terreno tuvo un significado especial. Por un momento, la mirada del país y del mundo entero vio la parte profunda del Canal: los remolcadores, las grúas, los tornos, las chispas de la soldadura y el resultado del esfuerzo de miles de compañeros.
Cuando me informaron que entregaría junto a mis compañeros los aportes del Canal de Panamá al país, casi tres mil millones de dólares, sentí orgullo y responsabilidad.
La mayor satisfacción fue saber que el evento sería en la División de Administración y Mantenimiento de Flotas y Equipos del Canal. Pensé en mi gente de la industria, en los jóvenes que acaban de entrar al Canal y en los canaleros viejos que día a día dan lo mejor de sí. Recordé todos los puestos en mi recorrido para llegar a ser capataz.
Llevo 25 años trabajando en el Canal. Inicié después de la transición, en marzo de 2000, en un cierre de mantenimiento de la esclusa de Gatún, como mecánico tornero. Hoy, como capataz, coordino con mi equipo el mantenimiento y la reparación de remolcadores, compuertas, válvulas y equipos esenciales para que la vía funcione segura y eficiente. Es un trabajo totalmente dinámico que pocos ven, pero sin él, nada avanza. Este astillero es el corazón técnico del Canal y aquí no hay espacio para improvisar.
Esta labor la aportan los hombres y mujeres que sudan, revisan, aprietan tuercas, prueban sistemas y se cuidan entre sí. En este sector, somos alrededor de 900 personas, en talleres de mecánica, soldadura, pintura y apoyo. En equipo trabajamos duro para que la flota de remolcadores y todo lo necesario esté siempre listo, para que el mantenimiento se cumpla, para que las reparaciones se hagan bien y para que el Canal sea confiable las veinticuatro horas del día.
Nuestra labor exige precisión. Un error de una milésima de pulgada puede afectar una pieza de millones. Por eso, la formación y el entrenamiento nos ayudan a manejar la tensión y a enfocarnos en la excelencia. En mi caso, he fortalecido esa práctica con formación, cursando un diplomado de liderazgo del Canal.
Cada vez que coordinamos una reparación, sabemos que hacerlo bien no solo mantiene la operación, sino que también contribuye al desarrollo nacional y las escuelas, hospitales, carreteras y servicios que usamos todos. Estos aportes impulsan a Panamá.
Hemos enfrentado años de grandes retos y demostrado que, con compromiso, profesionalismo y equipo, los canaleros sabemos responder. En momentos en que el Canal presenta su visión para los próximos 10 años, nuestra responsabilidad es clara: cuidar la vía para que siga segura, sostenible y competitiva. Para los que estamos en primera línea del mantenimiento, esa visión no es solo palabras, es nuestro deber. Es un compromiso colectivo de los profesionales del Canal en cada disciplina.
Ese día que representé a mis compañeros para entregar los aportes, confirmé que nuestro trabajo no se queda en el taller. Cuando el Canal aporta, no son solo cifras, son hechos de trabajo en cada reparación, hechos de orgullo en cada compuerta que funciona, hechos del Canal que sostienen a Panamá.
Representar a mis compañeros será un honor que llevaré conmigo siempre y reafirma mi compromiso de seguir aportando lo mejor. Con visión y esfuerzo, podemos seguir alcanzando metas, porque juntos, los panameños somos grandes.
El autor es capataz general de Servicios Mecánicos de la ACP.

