El dengue ha dejado de ser una enfermedad estacional. En los últimos años, se ha convertido en una amenaza permanente que afecta a comunidades urbanas, rurales e indígenas por igual. Mientras tanto, el cambio climático avanza de forma silenciosa, alterando el equilibrio ambiental y favoreciendo al mosquito Aedes aegypti, transmisor de esta enfermedad.
En muchas comunidades del país, el dengue ya no sorprende. Se le espera, como se espera la lluvia o el calor intenso del mediodía. Es común escuchar frases como: “Aquí cada año da dengue”. Y sí, lo dicen con resignación, porque las condiciones del entorno se han vuelto cada vez más propicias para el mosquito: altas temperaturas, lluvias irregulares, acumulación de criaderos y dificultades en el acceso al agua potable.
Lo más preocupante no es únicamente la cantidad de casos, sino la falta de conciencia sobre la raíz del problema. El aumento del dengue no es una casualidad. Está directamente vinculado con el cambio climático. Las altas temperaturas aceleran el ciclo de vida del mosquito, y los cambios en los patrones de lluvia facilitan su reproducción. Es un fenómeno que se observa en todo el país, pero que golpea con más fuerza donde las condiciones de vida son más precarias.
A menudo se piensa que la solución es nebulizar y ya. Pero eso es apenas una parte del trabajo. Mientras no se mejoren los servicios básicos, no se recoja la basura con regularidad, no se eduque desde las escuelas y no se escuche a las comunidades, los brotes continuarán año tras año. Este es un problema estructural que requiere respuestas integrales.
Las cifras hablan por sí solas. Según datos del Ministerio de Salud, para mediados de 2024 se habían confirmado más de cinco mil casos de dengue en el país. ¿Cuántos más se sumarán este año si no se actúa con mayor firmeza? No podemos seguir reaccionando solo cuando hay hospitalizados o fallecidos. La salud pública no puede ser solo reactiva. Debe ser, ante todo, preventiva.
Lo digo con conocimiento y con el corazón: el dengue no solo afecta la salud física, también refleja el abandono que enfrentan muchas personas. El mosquito se reproduce en los patios olvidados, en los techos deteriorados, en los envases mal almacenados, en las comunidades que claman por atención y no son escuchadas.
No podemos controlar el clima, pero sí podemos cambiar nuestras decisiones. El dengue es también una señal clara del impacto que está teniendo el cambio climático sobre nuestra salud. Y si no actuamos ahora, las consecuencias serán mucho más graves de lo que imaginamos
La autora es profesional en educación para la salud y técnica en control de vectores.
