Una de las peores formas de desgaste de la democracia (y la que mejor muestra el nivel de ignorancia de los que la practican) es la persecución de periodistas, que la mayoría de las veces esconde la incapacidad —casi siempre voluntaria—, de mantenerse bien informado y con el criterio definido. La información es una responsabilidad, siempre, y también un derecho.
La convivencia democrática requiere de todos un ejercicio de respeto por las personas que opinan diferente. No se trata de reprimirlas o censurarlas; se trata de debatirlas, de hacer pedagogía, de convencer y no solo vencer.
Esta crisis actual está poniendo de manifiesto quiénes son los que desean la vuelta del caudillo o dictador (de cualquier color o tendencia, que sostiene con mano de hierro el edificio del pensamiento correcto) y quiénes no respetan que otros opinen o informen como creen, demostrando poca responsabilidad de información.
Una sociedad tan infantilizada y poco permeable al criterio como la panameña, necesita dar en medio de esta circunstancia pasos hacia la comprensión de lo que es la democracia y cómo se mantiene, y una de las maneras de hacerlo es cumpliendo con la responsabilidad de estar bien informados y con la exigencia de que nuestros administradores sean capaces de entender y explicar aspectos relativos a materias especializadas de una forma que todos los ciudadanos puedan entender, cada uno a su nivel (lo que no nos exime de nuestro deber de estar bien informados).
Los que siguen señalando medios y periodistas por el hecho de que no dicen lo que ellos quieren oír, demuestra que la democracia panameña está bastante debilitada y que será cuestión de tiempo que caigamos en manos de un gobierno que funde un “Ministerio de la Verdad Única” para que nos la imponga. Seguro que los entusiastas de la ignorancia, con gran arraigo en la ciudadanía, estarán felices: sería un tipo de corrupción más potable, que imputarán a todos si la cosa se tuerce.
El autor es escritor

