Panamá enfrenta retos que ponen en riesgo nuestra democracia. Nuestro país es un Estado con baja capacidad de ejecución para satisfacer los requerimientos y expectativas ciudadanas, traducidos en servicios públicos confiables y accesibles y en equiparación a oportunidades. Cuando el aparato estatal no puede hacer frente a las necesidades ciudadanas, hay malestar: se crea un círculo vicioso en el que los servicios deficientes inciden de forma directa en la persistencia de las desigualdades económicas, laborales y fiscales. ¡Un verdadero atasco para la democracia!
Esta debilidad es producida, en gran medida, por un déficit de recaudación fiscal. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) señala que, en Panamá, para 2021, la recaudación tributaria fue de 12.7% por debajo del promedio de América Latina y el Caribe (21.7%) y del de la OCDE (34.1%).
Pese a que se prevé, según el Banco Mundial, que la economía panameña crezca un 5.7% en 2023 y un 5.8% en 2024, hay una polarización de opiniones en lo económico. Los partidos políticos ofrecen propuestas que incluyen privatizar, ahorrar, invertir, distribuir o establecer relaciones con otros mercados. Lo cierto es que, como señala Peter Kingston, los problemas públicos se atienden combinando Estados capaces y mercados robustos, de forma conjunta y no separada.
Aumentan los votantes y dirigentes descomedidos, quienes no tienen nada bueno que decir sobre las instituciones, debido a gobiernos que las han corrompido. Hay una masa de electores aburridos, irritados y enojados que exigen un verdadero cambio. Según una encuesta del Centro Internacional de Estudios Políticos y Sociales (Cieps), 42% de los panameños estarían de acuerdo con un golpe de Estado al Ejecutivo, a favor de un líder fuerte que no tenga que lidiar con la Asamblea Legislativa: un dictador.
Por desgracia para la democracia, los partidos políticos están muy debilitados. Han perdido adherentes. Algunos no son la sombra de lo que fueron. Surgen nuevas agrupaciones que deben tener cuidado de no actuar como trampolines electorales para líderes extremistas.
Sumemos a esto la falta de renovación de liderazgos. A algunos políticos les cuesta ceder espacios, dejando en segundo plano a grupos emergentes, dentro de sus propios partidos. Para que haya una democracia sana es necesario la alternancia de poder, incluso, a lo interno de los partidos políticos.
Se suma a las dificultades mencionadas, la creciente polarización, sobre temas relacionados con la sexualidad y el género. Los derechos de las mujeres y de las minorías menos favorecidas se han garantizado en otras latitudes con democracias y sistemas más incluyentes. Ello ha traído el rechazo entre quienes se oponen, considerando que se trata de ideologías impositivas que afectan a la familia y a la sociedad, trayendo a la ecuación el componente religioso. Dichos grupos terminan aliándose con partidos políticos, líderes o candidatos, haciéndose mayor la polarización.
Finalmente, está la mayor amenaza a la democracia: el populismo. Es una tendencia política que fortalece al Ejecutivo a niveles alarmantes, sentando las bases para la autocrátización y, por ende, para la dictadura. Arremete contra la oposición, las oenegés, la prensa y las instituciones del Estado, siempre enarbolando un discurso populista. Toman decisiones sin base técnica, cometiendo graves errores en políticas públicas.
Ante estos problemas, en Jóvenes Unidos por la Educación, velamos por la ejecución de soluciones concretas contra la desigualdad económica, la alta evasión fiscal y la corrupción, para el manejo eficiente de los recursos estatales. Consideramos que hay que dar oportunidad a nuevas figuras que velen por la equidad, la participación de las mujeres en igualdad de condiciones y la protección de los Derechos Humanos, evitando dar cabida a quienes buscan desestabilizar las instituciones democráticas.
Instamos a las juventudes y a los ciudadanos a velar por la democracia, participando activamente en las elecciones generales de 2024, desde el estudio de las propuestas y desde el debate, hasta el ejercicio informado del voto. Los jóvenes tendremos un papel protagónico en las elecciones. Somos aproximadamente 400 mil que ejerceremos por primera vez el derecho al voto: es imperativo ejercerlo con conciencia y responsabilidad para garantizar y respaldar una democracia consolidada.
El autor es psicólogo y miembro de Jóvenes Unidos por la Educación
