Con las recientes noticias del incendio en la Amazonía, hemos visto cómo se han levantado las personas por la causa ambiental, y aunque esto no sea malo, hay que recordar que en nuestro patio también contamos con una emergencia ambiental. Estas noticias son un llamado de nuestra tierra, un llamado a actuar antes de que sea tarde.
La tala indiscriminada de árboles en Panamá ha ido en crecimiento en los últimos años (Panamá ha perdido desde la década de 1940 hasta nuestros días más del 60% de bosques por mano del hombre), y no solo en las áreas boscosas. Se ha visto cómo el crecimiento urbano ha ido acabando con las áreas verdes en el centro de la ciudad.
Panamá es el noveno país de la región que más árboles tala, según el informe de “Planeta Vivo”, que emite el Fondo Mundial para la Naturaleza. Este puesto no debería enorgullecernos, es un llamado de atención a que algo estamos haciendo mal.
Una ciudad más cosmopolita no debe significar más cemento y menos verde; se sabe que las mejores ciudades del mundo han sabido llevar de la mano el crecimiento urbano con las preciadas áreas verdes, que no solo proveen de sombra y un mejoramiento al paisaje.
Sin árboles, nuestra calidad del aire es más pobre, al igual que corremos más el riesgo de inundaciones. Por otro lado, un ambiente lleno de árboles nos garantiza una diversidad biológica de aves que tanto nos caracteriza como país de tránsito.
Panamá aprobó el Decreto Ejecutivo No. 20 (del jueves 28 de marzo de 2019) en el que se aprueba la Estrategia Nacional Forestal 2018- 2050. Esta estrategia busca reforestar un millón de hectáreas para 2050, por medio de la ayuda del Gobierno y la empresa privada, ya que en Panamá las oportunidades de reforestación abarcan aproximadamente 2.5 millones de hectáreas. Esta estrategia también se apoya en la Ley No. 69 del 30 de octubre de 2017, que busca incentivar la reforestación mediante financiamiento directo no reembolsable.
Se espera que con estas iniciativas podamos volver a ver más árboles en nuestro país, y de esta forma mejorar la calidad de vida de quienes viven en él, así como el futuro del país.
Con el título de este artículo hago un llamado a la reflexión: ¿acaso debemos seguir mirando hacia otro lado con la desaparición de los árboles en nuestra ciudad? ¿Debe incendiarse otro bosque famoso para que recordemos que en nuestra casa también pasan los mismos problemas? Debemos de actuar ya como sociedad y evitar esto mientras aún hay tiempo.
El progreso no debe significar menos árboles; y las leyes existen, solo hace falta pararse firme y hacerlas cumplir. En nosotros recae la responsabilidad del planeta que queremos dejarle a las futuras generaciones.
La autora es estudiante de Maestría de la UIP