Los recientes ganadores del Premio Nobel de Economía, Joel Mokyr, Philippe Aghion y Peter Howitt, desarrollaron el concepto de “destrucción creativa”, que explica cómo el progreso surge del reemplazo constante de estructuras obsoletas por nuevas formas de pensar, producir y organizar la sociedad. En la economía, este principio dinamiza la innovación. En la educación, puede significar la diferencia entre repetir el pasado o construir el futuro.
En Panamá, nuestro sistema educativo ha mostrado una notable capacidad para resistir el cambio, incluso cuando las transformaciones del mundo exigen adaptaciones profundas. Hemos confundido estabilidad con inmovilidad. Y mientras los sistemas educativos más dinámicos del planeta desaprenden para reinventarse, el nuestro insiste en reproducir modelos pedagógicos del siglo XX, que ya no dialogan con las realidades de la era digital.
“Desaprender para aprender” debe convertirse en una consigna educativa nacional. Desaprender viejos hábitos institucionales, jerarquías rígidas, evaluaciones memorísticas y una enseñanza que privilegia la obediencia por encima del pensamiento crítico. Aprender, en cambio, a crear espacios de autonomía docente, innovación curricular y formación tecnológica para los educadores.
La destrucción creativa en educación no significa eliminarlo todo, sino replantear los fundamentos. Es reconocer que el conocimiento ya no se transmite verticalmente, sino que se construye colectivamente. Significa derribar las paredes mentales de la escuela tradicional y abrir las puertas a la interdisciplinariedad, la ciencia, la inteligencia artificial y la formación ciudadana.
Nuestro país necesita una reforma educativa que no sea cosmética, sino estructural y cultural. Debemos pasar de un sistema que forma para la memorización a uno que forma para la comprensión, la innovación y la responsabilidad social. Las universidades deben ser laboratorios de futuro, no fábricas de títulos. Y el Estado debe comprender que invertir en educación no es un gasto: es un acto de soberanía.
Destruir creativamente es atreverse a romper el molde. Y en el caso panameño, significa aceptar que el verdadero progreso nacional empieza en el aula. En un país que se enfrenta al desafío de redefinir su identidad productiva, educativa y moral, la creatividad no es un lujo: es una urgencia histórica. Desde este espacio hemos defendido la idea de desaprender para aprender.
Ojalá esta propuesta —que nace del amor profundo por nuestro país— logre concretarse algún día en una sociedad capaz de reinventarse, pensar distinto y crecer sobre las ruinas de sus viejos paradigmas.
Especialista en Ciencias Sociales y Planificador de la Educación.


