La salud pública ha manifestado en sus últimos meses el declive en todas las áreas que conciernen al derecho de una salud digna que todo ser humano merece. La falta de medicamentos, de laboratorios, de infraestructuras, de hospitales han llevado a que el sistema de salud público del país colapse en todos lo sentidos. Es erróneo afirma r que por falta de presupuesto la salud de los panameños ha fracasado, pues lamentablemente dinero sí hay. Lo que no hay es la capacidad administrativa para ofrecer un servicio médico justo para todos.
Es ya repetitivo que hospitales como el Oncológico no den abasto ante la demanda de panameños que buscan el servicio de salud. Más que un servicio es una necesidad, cada paciente que acude al oncológico por exámenes y quimioterapias llega en busca de una esperanza de vida. ¡Cuanto significado tiene la frase “esperanza de vida”! Por tanto es lamentable que se tenga prácticamente que rogar para que se le destine los fondos necesarios al Oncológico para que pueda seguir funcionando. Pero más lamentable es no querer mejorar la calidad de vida de los pacientes. Los pacientes que ya tienen que sufrir los dolores y pesares de su enfermedad, tienen que sufrir las incómodas instalaciones en la que están. Tienen que madrugar y muchos hacer filas desde el día anterior para poderse atenderse. Aguantar el sereno de la madrugada, el sueño y el hambre porque nadie piensa en mejorar la calidad del servicio de la salud.
Por otro lado tenemos el Hospital del Niño, que sino fuera por ser un patronato, quizás no sabríamos cómo funcionaría. Que triste que el hospital del Niño manifieste que no tiene presupuesto para terminar el año o que se le nieguen partidas para la compras de equipos. Cómo es posible que el gobierno no lleve al día las finanzas de las instituciones de salud. Un hospital al que acuden muchos niños de todo el país no debe pasar por esta situación. Y más que por ser un hospital nacional, debemos plantearnos que se trata de los niños, el tesoro más valioso del país.
Y así están muchas instituciones a nivel nacional, trabajando con las uñas para intentar dar un buen servicio. Pero no es suficiente. El hospital Nicolás Solano pasando páramos con el sistema eléctrico que ha interrumpido citas y cirugías. Y ni hablar de lo penoso y vergonzoso que tienen que aguantar los pacientes las calores que se dan en dicho hospital. Y así podemos enumerar en todas las provincias el mismo problema. Hospitales y centros de salud colápsados. Y más deplorable que en muchos distritos y pueblos no haya infraestructura para recibir atención médica. Sin embargo el problema no sólo radica en la falta de centros, sino en lo caro que se ha vuelto la salud de las personas. Recibir atención privada es casi imposible hoy día debido a los altos costos que conlleva. De igual manera los altos costos de los medicamentos hacen que el no poder adquirirlos sea un dedo en la llaga de cada paciente.
Surgen interrogantes del porqué el Panamá de los miles de millones de dólares tenga tan descuidado el sistema de salud público. Cómo pueden los gobernantes dormir tranquilos sabiendo que mientras duermen muchos están no solo luchando contra una enfermedad sino que también luchan ante la pobre atención que reciben. Luchan contra la incertidumbre de ser atendidos, luchan contra la angustia de que no vayan a recibir el medicamento que los mantiene vivos, luchan con la tristeza de no poder comprar el medicamento por falta de recursos, luchan contra el desespero de enterarse que sus próximas citas será para un año después, luchan contra la ineptitud y falta de sensibilidad de los gobernantes que no dan las herramientas para recibir una salud digna. Urge cambiar las políticas públicas del sistema de salud para beneficio de los panameños.
El autor es trabajador independiente
