Diciembre no solo cierra el año: abre la comparación. En redes sociales vemos viajes, graduaciones, ascensos, emprendimientos exitosos, cuerpos “transformados”, relaciones perfectas y metas cumplidas.
Pero no todos llegamos a diciembre sintiéndonos así —particularmente los jóvenes—. El problema no es no haber logrado todo. El problema es creer que somos los únicos que no lo hemos logrado.
Según el análisis del panorama digital 2025 de Leon Kadoch, la audiencia panameña se distribuye hoy entre múltiples plataformas, lo que explica el alto nivel de actividad enredes sociales, especialmente entre los más jóvenes. Instagram y TikTok lideran el uso, con una presencia creciente también en LinkedIn. Un estudio realizado por Martin Jones con estudiantes de la Universidad de Panamá señala que el 60% utiliza TikTok a diario, entre una y dos horas al día, complementando su consumo con Instagram, WhatsApp y YouTube. Estos espacios se han convertido en vitrinas del éxito, escenarios para exhibir logros, no procesos, desplazando el foco hacia el “preséntate triunfante”, más que hacia el recorrido que llevó hasta allí.
Desde la perspectiva de la salud mental, organismos como la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Asociación Americana de Psicología (APA) advierten sobre el impacto negativo que puede tener el uso intensivo de redes sociales en jóvenes. Se asocia con incrementos en la ansiedad, sentimientos de insuficiencia, baja autoestima y síntomas depresivos. No se trata solo del tiempo conectado, sino de cómo se usan esas plataformas. Con frecuencia se promueve la comparación ascendente —al ver a otros en situaciones de logro—, lo que genera estados emocionales adversos.
La llamada “falacia de la llegada” (arrival fallacy en inglés), la creencia de que la felicidad llegará automáticamente al alcanzar una meta, ayuda a explicar parte de esta dinámica. Diversos estudios muestran que tendemos a visibilizar únicamente los resultados finales, dejando fuera los tropiezos y el tiempo que implicó llegar hasta allí. Esta representación fragmentada del éxito distorsiona las expectativas, refuerza la presión por logros inmediatos y consolida una narrativa de triunfo instantáneo.
Estos momentos de comparación tienden a intensificarse en fechas simbólicas como la Navidad y el cierre de año, reforzando la sensación de no estar “a la altura”. A esto se suma, en el caso de los jóvenes, la presión de sentir que todo debe estar “resuelto” antes de los 30, aun cuando se enfrentan a contextos de precariedad laboral, crisis económicas y altos costos de vida.
Para la especie humana, el progreso ha sido una constante. La capacidad de superarnos a través de metas definidas nos proporciona dirección, aun cuando el momento de alcanzarlas no esté claramente determinado. No siempre es imprescindible conocer el destino final, pero sí tener la convicción de estar haciendo lo necesario para construir los medios adecuados que nos permitan avanzar de forma consistente y sostenible hacia él.
Plantearnos metas no es, en sí mismo, algo perjudicial. Al contrario, los objetivos pueden convertirse en motores que orientan nuestras decisiones, nos dan un sentido de avance y fortalecen la confianza en nuestras capacidades. Alcanzarlos suele traer consigo una legítima sensación de progreso personal.
No obstante, reducir el bienestar únicamente a resultados visibles puede convertirse en una trampa. Aprender a reconocer el crecimiento que ocurre en el presente, más allá delos resultados finales, es clave para construir una satisfacción que no dependa exclusivamente de metas futuras.
Aun así, cuando sientas que este año no lograste nada en comparación con los demás, conviene recordar algo esencial: probablemente atravesaste días que parecían imposibles de superar. Tal vez no cerraste todos los ciclos que querías, pero diste los primeros pasos. Quizás no alcanzaste una meta visible, pero hiciste sonreír a alguien, llevaste alivio a una mesa, aprendiste desde el error y rompiste límites que antes parecían inamovibles. Incluso puede que hayas sido apoyo o inspiración para otros sin llegar a notarlo.
Al final, como decía Steve Jobs: “Hay años que construyen el éxito y otros que construyen el carácter”.
El autor es miembro de Jóvenes Unidos Por la Educación y participante del LLAC 2.0

