Es preocupante cómo muchas personas con discapacidad están atrapadas en un estilo de vida sedentario. Su rutina suele limitarse a ir de la casa al trabajo o al centro educativo, y viceversa. Este patrón repetitivo y limitado, aunque común, no es sano para nadie. Así como existe el derecho al trabajo, la educación y la salud, también debe garantizarse el derecho al ocio, la recreación y la participación social.
Recrearse, socializar y realizar actividades físicas no son lujos: son necesidades. No se trata solo de inclusión laboral o educativa; también se requiere una vida plena y equilibrada, que contemple el bienestar físico y emocional. Imaginar una vida que transcurra únicamente entre la casa y el trabajo, sin espacios para desconectarse, compartir o disfrutar, resulta desalentador. Para una persona con discapacidad, esto puede acentuar aún más los efectos negativos de su condición y generar problemas adicionales de salud mental o física.
Lamentablemente, en muchas zonas del país, tanto en la ciudad capital como en el interior, todavía no se diseñan suficientes espacios accesibles ni se promueven actividades recreativas inclusivas. Las barreras arquitectónicas, la falta de señalización adecuada, la ausencia de baños accesibles, la sobreprotección familiar y la escasa preparación del personal en servicios públicos y privados siguen limitando la participación plena.
¿Por qué una persona con discapacidad no podría disfrutar de un bar, una discoteca o un restaurante, si paga por un servicio como cualquier otro cliente? Estos lugares también deben garantizar accesibilidad: rampas, menús en braille, personal capacitado en lengua de señas, baños adaptados y señalización clara. No se trata de un favor, se trata de un derecho.
Promover espacios accesibles y actividades inclusivas no solo beneficia a los panameños con discapacidad, sino que también abre oportunidades para el turismo inclusivo. Panamá tiene el potencial de ser un destino para todos, pero aún hay mucho por hacer.
Aplaudo iniciativas como Paseo a Ciegas, que cada último domingo del mes permite a personas ciegas o con baja visión disfrutar de la ciclovía en una bicicleta adaptada y acompañadas de un guía. O el proyecto de la patineta Newton, que brinda la oportunidad de vivir la experiencia del patinaje a personas con discapacidad visual, física y otras condiciones.
Necesitamos más acciones como estas. Las personas con discapacidad también queremos divertirnos, disfrutar del aire libre, hacer ejercicio, reír y compartir. No es solo posible: es necesario. Solo así construiremos una sociedad verdaderamente inclusiva.
La autora es periodista y entrenadora profesional.

