—Buenas… ¿Puedo pasar?–
—Sí, respondió el funcionario, pero hablemos rápido, invitándolo a sentarse. Las hienas no tienen mucha paciencia.
El visitante pasó con cartapacios arropados al pecho con sus brazos. El acondicionador de aire estaba al máximo, pero el hombre sentado enfrente no dejaba de transpirar. Con un pañuelo ya húmedo, secó por enésima vez el sudor que se deslizaba desde su cabellera. ¡Adelante, no tengo todo el día!
—Jefe, ¡muy buenas noticias!
—¡Al fin, ya era hora! ¿Qué tienes?
—¡La encuesta! Los números son insuperables. Disolver el sindicato alborotador aumentó su popularidad ¡7 puntos!... Es el mayor salto desde que ocupa el cargo, le dijo con alegría.
—¡Excelente…! Mira, eso no lo puedo decir yo, pero dile a Julio que cuele ese dato en la rueda de prensa de ahorita. ¿Y en cuanto quedé?
—Bueno, jefe, en 7 puntos… Creo que necesitamos algunas decisiones suyas en esa misma dirección para seguir subiendo. El funcionario secó el sudor que rebosaba sobre los surcos de su frente. Miró fijamente a su interlocutor y le dijo: Olvida lo de Julio. ¿Tienes un plan?
—Sí. De hecho, le iba a sugerir disolver otras organizaciones revoltosas, lisas y atrevidas si se ponen en los mismos planes que el sindicatrucho.
—¡Me gusta! ¿Cómo cuáles?
—Los docentes pueden ser buen seguimiento. Hay más de 700 procesos en su contra. Son una banda criminal, cuya especialidad es el caos, no la enseñanza. Con eso, seguro nos ganamos otros 7 puntos.
—¡Perfecto! Habla con la ministra y que se ponga en eso ya. ¡Siguente!
—La Amoacss… Hay médicos metidos en una estafa a empresas de seguros de Estados Unidos. Si alguno está en esa organización podemos afirmar que son unos mafiosos...
—Procede. Avísales lo que les puede pasar. ¿Quién más?
—La Capac, por el señor de los equilibrios contractuales.
—Cierto. Con eso hay suficiente para disolverla, porque además ahí están Bagatrac, Rodsa, Meco, todos metidos en Blue Apple. ¿Alguien más?
—También podemos torcerles el brazo a los partidos políticos.
—Sí, a los panameñistas, Cambio Democrático, PRD… y a todos con líos legales. Prepara las denuncias para cuando las necesitemos. Y con un guiño, añadió: Terminaremos con la corrupción acabando con los partidos. Mira, se me hace tarde, ¿algo más?
—Sí. Le recuerdo que hay que hacer una campaña de información sobre la Ley del Seguro. La encuesta dice que nadie la entiende. Leí que Porcell y Danilo dicen que lo que no se entiende se rechaza.
—Cierto. Llama a Paul Anka, o como se llame, para disolver ese rechazo. El que no entienda, que haga lo que quiera, pero que él esté listo con un call center para disolver al que opine mal de esa Ley. ¿Algo más?
—Jefe, ¿y si incluimos a los que hablen mal del proyecto de ley para endurecer las penas por corrupción?
—¡Qué ocurrencia! Dime ¿Quién hablará mal de eso?
—Bueno, en realidad no hablo de la ley, sino de usted. Recuerde lo de los salvoconductos al boss y al maleante del sindicalista, la rebaja de pena a los policías que dejaron morir a los adolescentes… a los que hacían pan en Nav…
—Si, ya entendí... Dile que, a esos, especialmente, los disuelva… Me voy. Ya las hienas deben estar impacientes.
—Recuerde que mañana viaja a Yibuti, a firmar un tratado de extradición.
—¿A dónde? ¿Tratado de qué?
—Jefe, el piloto está buscando desde ayer en un mapa dónde queda Yibuti; dice que debe ser un país nuevo. El tratado es porque al boss del país de al lado, un socio le estafó unos millones que quiere recuperar. Además –con mirada cómplice– le dijo que allá hay un barquito que, si bien no es vietnamita, se puede abanderar.
—Bien, sonrió complacido. Avísales al otro Julio y a Javier, porque para allá no voy solo. Y que el piloto me diga dónde diablos queda el tubi-tubi ese.
—Antes de irte, ¿Qué hubo de las hienas bochinchosas esas que no hacen más que jorobar...? ¿Qué hubo con eso?
—Nada, jefe. No tienen nada para disolver. Algo hacemos, jefe, pero sin éxito. Seguimos en eso.
—Ok. Pero la próxima vez, quiero respuestas, no excusas, advirtió, mientras se secaba el sudor.

