El politólogo panameño Juan Diego Alvarado, en su cuenta de X, publicó una lista de decisiones que se han tomado recientemente —desde la pretensión de eliminar sindicatos hasta la reforma al Código de Trabajo—, destacando algunas de sus características, como su carácter represivo e impopular, para concluir señalando que estamos ante una “dominación sin hegemonía”.
Esta afirmación nos remite a consideraciones teóricas de referentes fundamentales como el gran teórico y político italiano Antonio Gramsci y el pensador bengalí Ranajit Guha, quien desarrolló gran parte de su actividad intelectual en la Universidad de Sussex y se convirtió en un referente ineludible de los llamados estudios subalternos.
Ambos pensadores son objeto de estudio al más alto nivel. Por ejemplo, Giuseppe Vacca, de la Universidad de Bari, ha trabajado extensamente sobre la obra de Gramsci y en la Edición nacional de sus escritos. Por su parte, es evidente el vínculo entre Guha y la noción de subalternidad desarrollada por Gramsci. A propósito, su libro Dominance without Hegemony —publicado por Harvard University Press en 1987— es una referencia obligada.
Ahora bien, la gran pregunta es: ¿qué tiene que ver la “dominación sin hegemonía” con nuestra realidad política y social? La respuesta: muchísimo. Coincidimos con Alvarado en que la expresión es pertinente. Vivimos un momento de dominación sin hegemonía, con una clara deriva autoritaria.
¿Qué significa “dominación sin hegemonía”?
Existe hegemonía para la dominación cuando la clase dominante ejerce dirección política e intelectual, persuade y mantiene su legitimidad, construyendo incluso un marco ideológico que sustente su poder. Cuando ese consenso se rompe, la dominación se impone directamente mediante la coerción y la represión policial. Esa es la deriva autoritaria que vivimos hoy.
Guha, al analizar la historia colonial de la India, subrayó la importancia de comprender el rasgo colonial de nuestros Estados, es decir, el ejercicio del poder imperial sobre las sociedades coloniales.
Si bien nuestra realidad no es poscolonial en el sentido que Guha y sus discípulos —como Dipesh Chakrabarty o Gayatri Spivak— estudiaron, sí compartimos analógicamente esa condición subalterna. Como bien planteó Gramsci, cuando la clase dominante no logra ejercer hegemonía ideológica, recurre a la represión. Ese es el tránsito a la dominación sin hegemonía: imponer políticas impopulares a sangre y fuego, destruyendo sin piedad a sus adversarios.
El autor es doctor en filosofía.

