Sólo tengo presente un trabajo sistemático sobre las variantes literarias en Panamá. Es el de la profesora Mercedes Gabriela Bolaños Guevara.
Los alumnos y allegados de la educadora la recomendaban y recordaban por su labor administrativa y pedagógica, en vida y a su deceso. Notas necrológicas (siempre tardías) le fueron dedicadas hasta por la Academia Panameña de la Lengua.
Registro de entre su haber los dos libros que inician y culminan lo que publicó de manera independiente, uno de letras y el otro de lengua: Dos poetas panameños: consideraciones estilísticas y ¿Hacia dónde vamos?: Perspectivas sobre el futuro de la lengua española.
Dos poetas panameños fue la tesis doctoral de la profesora Bolaños Guevara en la Universidad de Barcelona, publicada después en Panamá. Es una indagación de uno y otro autor, ambos más amplios que la lírica de estos archiconocidos poetas nuestros, Ricardo Miró y Gaspar Octavio Hernández. De Miró enfocó en especial el ‘Poema del Ruiseñor’ y, de Hernández, la poesía ‘Berta del Alcázar’.
La Dra. Bolaños siguió preferentemente la constatación de variantes en la obra de ambos escritores para comprender su fase de construcción creativa, lo que en otros lugares se desarrolló en la crítica genética.
Esto resulta de importancia porque suele creerse entre nosotros, aun entre enseñantes, que, porque “de médico, poeta y loco, todos tenemos un poco”, el repentismo (la improvisación) es lo normal, idea que, casi de paso, Rodrigo Miró desechó respecto del conocido como Mulato Urriola o sugirió, citándola, a María Olimpia de Obaldía, cuando la autora de Ñatore May afirmó que escribía cuando la insuflaba la inspiración. El registro de variantes desmiente la creencia.
La obra artística (en cualquiera de sus expresiones) supone no sólo oportunidad sino estudio, habilidad, experiencia, talento, perseverancia (el père sévère lacaniano) u otras destrezas que determinan el gusto y se realizan de manera plena al dibujar el triángulo formado por el creador, la obra y el receptor.
Viene al caso el verso que encabeza estas líneas: “donde es el mar más verde y más vibrante el sol”. Más recordado es “donde es más claro el cielo y más brillante el sol”, mejor logrado. La iteración del ar y más no agrega nada al verso primigenio; el sol “más vibrante” sucumbe al “más brillante” enceguecedoramente visual del cielo claro. El verso nuevo mantiene la misma estructura e introduce mayor solidaridad entre el concepto y la expresión.
Ricardo Miró corrigió algunas líneas de su poema más famoso y dejó la versión final de ‘Patria’ en la antología Versos y recitaciones escolares (1925). Otros cambios, como los de ‘La leyenda del Pacífico’, poema aquilatado pero mucho menos conocido, tal como los de ‘Los poemas profanos’, se recibieron placenteros y cimentaron su talento evidente.
En muchos autores se encuentran correcciones de mayor o menor monta. Contrástense, como lo hizo Víctor Fernández Cañizález, las versiones de la novela El ahogado de Tristán Solarte, la primera de Panamá y la segunda de la Argentina, traducida al francés; o bien poemas de César Young Núñez o cuentos de Consuelo Tomás publicados en Panamá con los de alguna edición española o el Himno Nacional, de Jerónimo de la Ossa.
En resumen, el repentismo (la improvisación) es la excepción, no la norma.
Que el sol sea más o menos brillante está más allá de nuestras posibilidades. Pero que el mar se nos haga “más verde” o se nos presente “más claro el cielo” lo podemos corregir. Hagámoslo.
