La educación en Panamá es el reflejo más claro de la incapacidad compartida entre el Estado y los gremios docentes para administrar un sistema que debería ser motor de desarrollo.
Las cifras hablan por sí solas: 150,000 niños y jóvenes fuera de la escuela; 60% de las escuelas públicas en malas condiciones; 75% de los estudiantes fracasando en matemáticas según PISA 2022; y apenas 160 días efectivos de clases al año. Todo esto ocurre pese a que el Estado destina unos $425 mensuales por estudiante.
Un problema heredado, una responsabilidad compartida
No se trata de culpar al gobierno actual. En tan solo un año, el equipo de ministros ha mostrado más capacidad y voluntad que en décadas de administraciones anteriores. Pero el problema educativo es producto de generaciones de abandono, corrupción y mala gestión acumulada.
Y tampoco basta con señalar al Estado. Los sindicatos de maestros y buena parte del cuerpo docente cargan con una gran cuota de responsabilidad: se han negado a evaluaciones de conocimientos y desempeño, bloquean la entrada de nuevas generaciones mejor preparadas, rechazan el uso de nuevas tecnologías y anteponen luchas gremiales por encima del derecho de los estudiantes.
Cobertura insuficiente
En pleno siglo XXI, Panamá tiene 3 de cada 10 niños entre 12 y 14 años fuera de la escuela. Y entre 15 y 17 años, la mitad de los adolescentes no estudia. Eso equivale a 150,000 menores sin educación formal, lo que representa más del 3% de la población del país y alrededor del 30% de los jóvenes menores de 17 años.
Fracaso escolar generalizado
Los que logran entrar a la escuela tampoco aprenden lo necesario. En la última participación de Panamá en las pruebas PISA (2022), 75% de los estudiantes de 15 años no alcanzó el nivel mínimo en matemáticas, y más de la mitad fracasó en lectura y ciencias.
A esto se suma la repetición: 20% de los estudiantes ha repetido al menos un grado, el doble del promedio de la OCDE.
Pocos días de clases, muchos paros
Mientras países exitosos superan los 200 días de clases al año, en Panamá los estudiantes apenas reciben 160 días efectivos. Y gran parte de las pérdidas no se deben a emergencias, sino a paros docentes prolongados, donde los sindicatos anteponen sus intereses sobre el futuro de los estudiantes.
Escuelas en ruinas
El propio Ministerio de Educación reconoce que 1,800 de las más de 3,000 escuelas públicas tienen problemas estructurales. Eso significa que el 60% de todas las escuelas públicas del país está en malas condiciones. En otras palabras: 6 de cada 10 niños panameños estudian en instalaciones que no son aptas para enseñar ni aprender.
Mucho dinero, pocos resultados
Panamá invierte miles de millones de dólares en educación —equivalentes a unos $425 por estudiante cada mes—, pero el resultado es nulo. El Banco Mundial lo advirtió hace tiempo: el país invierte, pero no convierte esa inversión en aprendizaje.
El dinero se pierde en burocracia, corrupción y proyectos mal diseñados. Y cuando se plantean reformas, los gremios docentes las bloquean para evitar evaluaciones y cambios que los obliguen a mejorar.
El costo social
Un país donde 3 de cada 4 jóvenes fracasan en matemáticas y más del 30% de adolescentes están fuera del sistema escolar está condenado a la mediocridad, a la desigualdad y a depender de empleos de baja productividad.
Los llamados ninis —jóvenes que ni estudian ni trabajan— crecen en un entorno sin futuro, mientras el país pierde competitividad y talento humano.
Un cambio impostergable
La educación panameña es el retrato doloroso de la irresponsabilidad compartida del Estado y de los gremios docentes. Las cifras avergüenzan, pero más debería avergonzar la indiferencia con que se ha permitido este deterioro por décadas.
El cambio exige un nuevo modelo de gestión y docencia:
Escuelas autónomas con propósito social, administradas por una estructura profesional idónea que incorpore la participación activa de las comunidades.
Docentes evaluados, capacitados y comprometidos.
Sindicatos que dejen de ser un muro de atraso y se conviertan en aliados del progreso.
Si Panamá quiere romper el círculo de pobreza y desigualdad, debe transformar radicalmente su sistema educativo. No se trata de discursos ni de promesas electorales: se trata de salvar el futuro de nuestros niños y de todo el país.
#TodosSomosUno
El autor es empresario y Caballero de la Orden de Malta.

