La humanidad se halla en una situación de inestabilidad total: no sabe escucharse para oírse, tampoco acierta a discernir para entrar en diálogo, y se enfrenta a múltiples crisis por falta de respeto hacia sus semejantes.Aguzar el oído, en un mundo cambiante como el actual, es esencial para poder atendernos y entendernos. Precisamente, la sabiduría viene de esa coincidencia con los demás y con uno mismo. Por cierto, es uno de mis mayores gozos.A menudo, suelo mantener largas conversaciones, y de ahí surgió el deseo de aprender a reconocer mis errores. Lógicamente, a la verdad se llega interconectados y oyéndonos entre sí.
La necesidad urgente de ser más corazón que coraza es lo que nos hace activar el brío cooperante, avivar el ánimo comprensivo y la confianza mutua.Sea como fuere, necesitamos estos pilares solidarios para poder sustentarnos y sostenernos mutuamente, al menos para fortalecer las relaciones y repoblarnos de una argumentación diversa.
Sin duda, el diálogo entre culturas distintas continúa siendo la forma más eficaz de eliminar la discriminación y las ofuscaciones absurdas, que lo único que hacen es tensionar el bienestar humano, el desarrollo y el progreso integral, al que estamos llamados a contribuir.Fomentando de este modo un orbe más armonioso para toda la familia humana.
Abriendo las ventanas luminosas de cercanía hacia quien sufre, de conciliación y de clemencia, daremos los primeros pasos hacia la esperanza.
Estas cosas ya fueron dichas, pero como nadie se entera, es preciso repetirlas y comenzar de nuevo.
Valor es lo que se requiere para tomar la franca voz afectiva, sin obviar la efectiva dicción como valía; lo que nos demanda, asimismo, tomar aire, hacer pausa y cultivar el silencio, al menos a la hora de meditar y no perder ripio al repensar el choque de intereses e ignorancias.
Lamentablemente, el resultado devastador de estas batallas repelentes, que lo único que fomentan es el odio, no es desconocido. Sin embargo, su magnitud e impacto se ven ahora engrandecidos y amplificados por las nuevas tecnologías de la comunicación.
Por eso, nunca tengamos miedo de dar el primer paso, de activar la autocrítica y de no encerrarnos en nuestro individualismo. Será entonces cuando nos demos cuenta de que nada somos sin nuestros semejantes en el camino.
Realmente nos condicionamos, pulso a pulso, para bordear el universo y levantar la cabeza; de ahí que la auscultación sea vital para distinguir lo auténtico de lo falso.
El ciudadano que se engaña a sí mismo y se alienta con su propia mentira, llega un momento en que no puede distinguir lo verídico dentro de sí y, por consiguiente, pierde todo respeto hacia sí mismo y hacia los demás.
La desconsideración hacia todo ser es la mayor injusticia.
También nosotros nos sentimos llamados a despertar del sueño de la necedad, a ser queja ante tantas situaciones de explotación y de opresión.
El futuro es un don para avivarnos bilateralmente, un tiempo de reflexión conjunta para superar los errores, un espacio para la concordia. ¡Cúmplanse, pues, los derechos humanos!
En efecto, únicamente prestando atención es como uno puede incorporarse al productivo coloquio vinculante, porque la paz no llega solo con el final de la contienda, sino con el inicio de una atmósfera nueva, reunida y unida al son de lo legítimo.
Por desgracia, en todo el planeta se acrecientan las voces de intolerancia y hostilidad, amplificadas por unos pedestales dominadores sin alma, que han tomado la venganza como reparación y la palabrería como dogma.
Ojalá aprendamos a ser más amor de amar amor que indiferencia; entonces no buscaremos el poderío del dinero, sino la sintonía del que nos pide ayuda, correspondiéndole con toques de acompañamiento y antorchas de luz.
Brotaremos hermanados al fin y podremos salir de este tenebroso estado enfermizo que nos invade.
El autor es escritor.

