Recientemente afirmamos que la humanidad “vive los prolegómenos del ‘interregno mórbido donde surgen los demonios’”, es decir, una “policrisis”, que también afecta a nuestro país.
El pasado 20 de enero, Donald Trump volvió a entrar como “inquilino” en la “Casa Blanca”, con una política imperialista de extrema derecha que ha puesto en la cuerda floja la sobrevivencia política de la República de Panamá.
En las recientes elecciones de Alemania, el Partido Democrático Cristiano de derecha y el colectivo de ultra derecha Alternativa para Alemania (AfD) obtuvieron la mayoría parlamentaria, con un 30% y un 20%, respectivamente. Aunque el líder del Partido Democrático Cristiano (CDU), Friedrich Merz, ha manifestado que no formará alianza con la ultra derecha (AfD) de Alice Weidel, lo relevante es que esta última se ha colocado como la segunda fuerza política en Alemania, tras alcanzar “su mejor resultado histórico”.
Además de la ultra derecha alemana, otros grupos ya desempeñan un papel importante en la política europea e incluso gobiernan, como “Hermanos de Italia” de Giorgia Meloni, Viktor Orbán de Hungría, “Agrupación Nacional” de Marine Le Pen en Francia, “Vox” de Santiago Abascal en España, entre otros.
“Nuestra América” y la América anglosajona no escapan al fenómeno de la derechización y la extrema derechización de la política y del poder. La expresión más demoníaca del neofascismo es, sin duda, la del presidente estadounidense Donald Trump, seguido por el paleo-liberal argentino Javier Milei y el populista de derecha Nayib Bukele.
Todos ellos comparten, en mayor o menor medida, antivalores similares, tales como: el racismo, el supremacismo blanco, la política anti “woke”, el autoritarismo y la antidemocracia. También existen partidos políticos de corte democrático-burgués (oligárquico) que se acercan a estas concepciones extremistas.
Las causas del ascenso del neofascismo en el mundo son variadas y diversas; sin embargo, algunas de ellas se repiten en varios países de diferentes latitudes. Se destacan los problemas económicos derivados del neoliberalismo en crisis, los efectos de la catástrofe migratoria, el voto de los jóvenes y el impacto de las “redes” en la política.
En este contexto, la República de Panamá se encuentra bajo ataque externo e interno (policrisis), lo que pone en peligro nuestra existencia como entidad política soberana, independiente, libre y democrática.
Desde afuera, la política imperialista de Estados Unidos y, desde adentro, la errática conducción del Estado nacional panameño por parte del presidente José Raúl Mulino Quintero, nos tiene al borde de convertirnos en un “protectorado yankee”.
A este peligro se suma la crisis política, económica y social de los gobiernos plutocráticos y clientelistas de los últimos 35 años, así como la existencia de “la otra república”, “por obra y gracia” del Título XIV, El Canal de Panamá, de la Constitución Política, que transformó el Canal de Panamá de “patrimonio inalienable de la Nación” en el gran “botín” de las transnacionales marítimas, de los “amos chocolates” y del poder económico.
Desde la perspectiva económica y social, las expectativas son desoladoras. El desempleo abierto alcanza el 10%, y el subempleo afecta al 50% de la población económicamente activa (PEA). El déficit fiscal es del 7.5%, y la deuda pública asciende a 50,000 millones de dólares, lo que representa el 70% del Producto Interno Bruto (PIB). Esta deuda debe ser servida anualmente con alrededor de 3,000 millones de balboas. Además, existen serios problemas en los servicios públicos: el 25% de la población panameña carece de acceso a agua potable las 24 horas del día, los 7 días de la semana. El 20% de los centros escolares no son aptos para el proceso de enseñanza-aprendizaje. Y, aún más preocupante, este gobierno pretende entregar los fondos de pensiones de la Caja de Seguro Social (CSS), a través del proyecto de Ley 163, a la voracidad de las entidades financieras privadas.
En síntesis, la crisis de gobernanza y de gobernabilidad verdaderamente democrática que azota al mundo también es una tormenta política en Panamá.
¡Así de sencilla es la cosa!
El autor es abogado y analista político.
