Los cónsules son funcionarios de un Estado extranjero acreditados en otro Estado. La Convención de Viena sobre asuntos consulares, firmada 60 años atrás—en abril de 1963—enumera doce funciones consulares específicas y una decimotercera, general (Art. 5).
Entre las más importantes están: proteger los intereses del Estado que los envía y de sus ciudadanos; promover las relaciones comerciales, económicas, culturales y científicas; transmitir informaciones útiles y relevantes a sus gobiernos y personas interesadas; expedir pasaportes y visados; auxiliar a los nacionales del Estado que los envía; prestar servicios notariales y de registraduría civil; representar a los nacionales del Estado que los envía ante los tribunales, e inspeccionar buques y aeronaves de sus países y ayudar a sus tripulaciones ante situaciones que puedan afectarlas.
Como lo reconoce la propia Convención de Viena, las relaciones consulares existen hace siglos. El cargo remonta sus orígenes al medioevo europeo, cuando algunas ciudades designaron funcionarios para la resolución de disputas comerciales entre mercaderes, según lo comenta la Enciclopedia Británica en un breve como informativo artículo sobre el tema.
Con el tiempo, se determinó la conveniencia de nombrar funcionarios con este mismo propósito en ciudades extranjeras. A finales del siglo 18 y principios del 19, las naciones comerciales más pujantes estructuraron sistemas consulares como parte de su servicio exterior y con el propósito de promover su desarrollo mercantil.
Estados Unidos, por ejemplo, estableció su servicio consular en 1788, tras la firma del respectivo convenio con Francia. En 1792, el Congreso estadounidense aprobó su primera legislación consular. En América Latina, el Departamento de Estado creó el primer consulado extranjero en Cap Haïtien (Haití, 1790).
Con el ánimo de promover el comercio y la navegación, en 1797 Washington nombraría cónsules en La Habana y Nueva Orleans, a pesar de la oposición de las autoridades españolas. Entre 1798 y 1799, Washington nombró cónsules en Santiago de Cuba, Puerto Príncipe (Haití) y La Guaira, Venezuela, aún sometida a la dominación española.
Al gobierno español de la época no le agradaba mucho la idea de que otros Estados tuviesen agentes en sus dominios ultramarinos. En 1805, el gobernador de Cuba mandó arrestar a Vincent Gray, uno de los cónsules estadounidenses, arguyendo que las Leyes de Indias no permitían la presencia de cónsules, agentes o representantes de ningún Estado extranjero en los territorios de la corona de Castilla. Así lo narra el profesor Simeonov en su interesante aporte al libro Memory, Migration and (de)Colonisation in the Caribbean and Beyond (2019).
Tras estos tímidos inicios, contrariados por la corte de Madrid, la presencia consular en la América española se amplificaría con la independencia. Para los países emancipados, el nombramiento de cónsules extranjeros constituyó un aliciente a su comercio exterior, además de una muestra de reconocimiento internacional, paso fundamental hacia el aseguramiento de su libertad y el afianzamiento del sistema republicano de gobierno, como muy bien lo comprendió Simón Bolívar, quien como presidente de Colombia (1819-1830) impulsó dicho reconocimiento.
Bolívar lo tenía muy claro, pues su primer desempeño al servicio de la causa independentista ocurrió en el ámbito diplomático. En 1810, formó parte, junto con Luis López Méndez y Andrés Bello, de la delegación de la Junta de Caracas ante el gobierno británico, encaminada a obtener el reconocimiento y apoyo de dicho gobierno.
Las transformaciones políticas de aquellos años impulsaron la creación de consulados en muchas ciudades americanas. El traslado de la corte lusitana a Brasil, entre 1807 a 1808, suscitó el nombramiento de cónsules extranjeros en Salvador de Bahía (1808), Pernambuco y Río de Janeiro (1810), ciudad que fungió, hasta 1821, como capital del imperio portugués.
Poco después, los movimientos independentistas en el Cono Sur motivaron la designación de funcionarios consulares en Buenos Aires y Montevideo (1811). En años siguientes, Estados Unidos nombró cónsules en San Juan de Puerto Rico (1816), Valparaíso (1817), Campeche (México, 1820), Matanzas (Cuba, 1820) y, en 1822, en la ciudad de México y Ponce (Puerto Rico), como lo explica el Diccionario histórico de la diplomacia estadounidense, de la profesora Allen (Historical Dictionary of U.S. Diplomacy, 2012).
Los primeros cónsules extranjeros en Panamá fueron nombrados en 1823. Doscientos años atrás, el 3 de abril de ese año, el presidente James Monroe nombró “agente consular comercial” de Estados Unidos a David Craig. La designación de Craig vino de la mano del nombramiento de cónsules en Cartagena y Santa Marta (Colombia), lo mismo que en Trinidad (Cuba) y Puerto Cabello (Venezuela), ese mismo año.
Tras conocerse la noticia en Londres, en octubre de 1823 el gobierno británico se apresuró a formalizar sus designaciones para varias ciudades americanas. Nombró cónsules generales en Argentina, Chile, Colombia, México y Perú, y cónsules en Acapulco, Cartagena, La Guaira, Maracaibo, Panamá y Veracruz.
Para nuestra capital se escogió a Malcolm MacGregor, escocés, quien permanecería en el cargo hasta 1832, cuando falleció.
Durante 200 años, los cónsules extranjeros han tenido un papel importante en la vida nacional, como lo destaca la obra de nuestros más renombrados historiadores. Han actuado para fomentar intercambios económicos, para estrechar lazos entre sus países y el nuestro, y para impulsar sus intereses nacionales, a veces en detrimento de los nuestros.
Han ejercido, además, una importante labor cultural y humanitaria. La primera actividad humanitaria en nuestro país, bajo el estandarte de la Cruz Roja, la organizó y ejecutó el cónsul británico Claude Mallet, a finales de julio de 1900, en medio de la guerra de los Mil Días.
Tomando como punto de partida este bicentenario, se celebra hoy el primer Congreso Internacional Consular, organizado por el Cuerpo Consular acreditado en Panamá, que con mucho esmero y profesionalismo dirige la cónsul honoraria de Suecia en Panamá, Mayella Lloyd. El congreso, donde se expondrán asuntos interesantes relativos a la historia diplomática, la actualidad consular y las relaciones internacionales contemporáneas, es gratuito y se llevará a cabo en la sede del Parlamento Latinoamericano (Parlatino), localizada en Amador.
El autor es politólogo e historiador; director de la maestría en Asuntos Internacionales en FSU, Panamá, y presidente de la Sociedad Bolivariana de Panamá
