Seis hospitales, una policlínica, dos clínicas privadas y un centro de salud fueron el recorrido que llevó a la muerte a Christopher, de 15 años, en el sistema de salud panameño. Fue un infierno que se extendió a lo largo de 165 kilómetros, desde el 3 de abril, durante cinco días, marcado por la inoperancia, la ineficacia y la falta de humanidad, creando la tormenta perfecta que acabó con su vida debido al dengue. La Defensoría del Pueblo determinó, mediante una resolución, que se vulneraron los derechos a la salud, a la vida, a la niñez y a la adolescencia en este caso.
En la primera parada, el Centro de Salud de Capira, un electrocardiograma no mostró nada anormal. Se le sugirió que los dolores podrían ser estomacales, posiblemente debido al hambre. Este diagnóstico fue desconcertante, ya que el dolor persistía, como señalaba la madre desesperada de Christopher. Posteriormente, lo llevaron a la Policlínica del Seguro Social (SS) en San Carlos, donde otro electrocardiograma y un análisis de sangre resultaron normales. Sin embargo, ante la falta de un diagnóstico claro, su madre decidió trasladarlo a una clínica privada en Capira, donde se diagnosticó una fuerte infección y la necesidad urgente de hospitalización.
Esa misma noche, llegaron al Hospital de Especialidades Pediátricas Omar Torrijos Herrera (HEPOTH). Allí, tras esperar en la sala de urgencias, finalmente lo atendieron a las 10:14 p.m. Se le realizaron varios exámenes, todos reportados como “normales”, y se descartó la hospitalización recomendada por el médico privado. En su lugar, se le administró lisalgil por vía intravenosa, con la indicación de que la mejora se daría en casa, a donde regresaron a las 3 de la madrugada. No obstante, médicos y la OMS advierten que el uso de antiinflamatorios como el ibuprofeno puede aumentar el riesgo de hemorragias en pacientes con dengue.
A la mañana siguiente, Christopher ya no podía caminar, por lo que fue llevado a otra clínica privada, pero el costo de una tomografía era inalcanzable. A las 4 de la tarde, se dirigieron al Hospital Nicolás Solano en La Chorrera, donde la espera fue eterna. Finalmente, un médico lo atendió a las 8 de la noche, sugiriendo una radiografía de tórax. Sin embargo, tras una nueva espera, no fue atendido debido a la llegada de un paciente en estado crítico. Decidieron regresar a casa sin avances.
Al día siguiente, el médico de la clínica privada de Capira sugirió llevarlo al Hospital del Niño (HN), donde al llegar les informaron en 43 segundos que no podían recibirlo debido a su edad. Panamá es signataria de la Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño, que considera niño a todo menor de 18 años, pero el HN solo atiende a menores de 15 años. Finalmente, llegaron al Hospital Santo Tomás (HST), pero ante la saturación de urgencias, decidieron trasladarse al Complejo Hospitalario Metropolitano, donde encontraron la misma situación.
Después de varias sugerencias, llegaron al Hospital Rafael Estévez en Aguadulce, donde ingresó a cuidados intensivos. A las 2:56 a.m. del 7 de abril, Christopher presentaba taquicardia, insuficiencia respiratoria, hemorragia alveolar y falla orgánica múltiple. A las 12:40 p.m. de ese mismo día, sufrió un colapso respiratorio fatal. Al morir, se confirmó que la enfermedad era dengue.
En conclusión, todo apunta a que lo mató el sistema de salud panameño, marcado por la mala praxis, la falta de recursos y la deshumanización del personal. Este es solo uno de los muchos casos que ocurren día a día, afectando a personas que, debido a sus limitaciones económicas y sociales, no tienen los medios o contactos para sobrevivir o hacer pública su tragedia.
El autor es abogado
