Empiezo con lo de siempre. Lo que digo aquí es mi pensamiento y pluma personal, nada tiene que ver con mis relaciones o cercanía al Ejecutivo ni al señor presidente. Añado que, sobre este tema, he escrito varias veces en los últimos 15 años. Amén.
Ya me parecía raro que los partidos políticos no intentaran un contraataque a los espacios ganados por los candidatos independientes.
Nuestro sistema electoral no es más que un cartel electorero, caracterizado por altas barreras a la competencia. Es un sistema sesgado, de división arbitraria de circuitos, una asignación de votos y curules inclinado a los más grandes y con un regulador igualmente proclive a defender el oligopolio político.
Y la cereza de este pastelón es que el ejercicio quinquenal que hace la Comisión Nacional de Reformas Electorales ha resultado casi siempre en una oportunidad para que el clan de partidos ajuste y lubrique mejor la maquinaria cuasi monopólica, cerrando rendijas y apretando la rosca.
Lo malo de este modelo es que produce resultados terribles. Tenemos un Órgano Legislativo dañino para la democracia, para la división de poderes y para el progreso. Y los atributos de la mayoría de sus miembros no los podría enumerar sin cometer pecado mortal.
Hace mucho que necesitamos una reforma legislativa que modernice y abra el sistema de partidos y la vida electoral. ¡Pero no!
Sin embargo, como no todo es perfecto, la rosca, quizá en un raro gesto de desprendimiento, permitió las candidaturas independientes, no sin antes exigirles requisitos muy superiores a los que tenía cualquier partido. Así, y a priori, la contienda se veía imposible, “pelea de tigre con burro amarrado”, como dicen. Pero, a la vuelta de tres elecciones, los candidatos independientes han resultado los tigres (y tigresas), poniendo en la contienda a nuevos protagonistas y cambiando en forma importante y positiva la arena electoral.
Pero los resultados de la última elección fueron tan buenos para los independientes, que los partidos, náufragos de la debacle electoral, tratan ahora de endurecer las reglas. Las pretensiones del cartel son devolverle al “establishment” partidista reglas para retener el penoso status quo que tanto daño ha hecho a la democracia y la justicia.
Ya se han propuesto más restricciones al independiente y no dudo que las puedan aprobar. Porque, si no han mirado la configuración de la famosa Comisión Nacional de Reformas Electorales, deberían hacerlo. Allí, los miembros con voz y voto se componen así: nueve (9) miembros, uno por cada partido, y un (1) solo miembro de los independientes. Aquí ya vamos 9 a 1 a favor del cartel. El Tribunal Electoral vota solo en caso de empate. Igual el fiscal electoral, que vota solo en lo que le compete. Otros miembros con voz y voto los componen miembros del llamado Foro Ciudadano Pro Reformas; allí hay cuatro votos dispersos. Así las cosas, la pelea está perdida. Lo que los partidos quieren tendrá siempre nueve (9) votos, el resto quizá cinco (5). Otra vez tigre contra burro.
Lo triste es que en la comisión también participan, con voz pero sin voto, un chorro de instituciones y parece que ninguna objeta el despojo que los partidos quieren hacerles a los independientes.
El debate ha vuelto a poner en la mesa un tema fundamental: la manipulación del derecho ciudadano de elegir y ser elegido libremente. Debemos acometer el tema con más ambición democrática porque, aun cuando se preserve el status actual de los independientes, estamos muy lejos de un sistema abierto y democrático. Los independientes son la costosa y dura alternativa a las altas barreras de entrada a un sistema reservado a partidos nacionales. Esa es la traba mayor.
La solución es bajar esas barreras oligopólicas. Y la forma más democrática es permitir la formación de partidos provinciales y distritales, y con ello requisitos de formación y operación proporcionales a su alcance electoral. ¿Por qué los muchachos de San Miguelito tienen que hacer un partido nacional que no necesitan y que les queda grande? ¿Por qué un aspirante a alcalde en Chitré no puede formar un partido local e ir de tú a tú contra los grandes? ¿Qué hay de terrible en los partidos locales?
Hay que recordar que este sistema estuvo vigente hasta 1968 y produjo grandes políticos y una Asamblea que añoramos. Se acabó cuando los militares decidieron jugar a Dios con el voto popular.
Un sistema así reformado, de salida, permitirá a los aspirantes locales acceder a una mejor organización. Al Tribunal le simplifica las tareas de organización y supervisión. A los ciudadanos, una mayor y mejor oferta electoral. Pero lo mejor de todo es que se acaba la injusta ventaja del grande y el odioso voto en plancha. Ya los votos de los pelaos se contarán, en su pequeño partido, igual que cuenta el PRD los suyos, con las ventajas de la papeleta. En pocos años veremos una Asamblea diferente y, con ello, un país diferente.
Aquí no estoy escribiéndole al cartel, ni a la comisión de reformas, ni al tribunal. A ellos les hago una petición respetuosa para que miren esta propuesta con ojos de patria. Me estoy escribiendo a mí mismo y a mis compatriotas de todas las clases, que, con su protesta y su esfuerzo, podemos poner sobre la mesa un cambio significativo. Ahora más que nunca hay votos en la Asamblea para quizá poder cambiar las cosas.
El autor es ciudadano.
