Ha vuelto RM al Hipódromo para asistir al “clásico” Presidente de la República, esa celebración elitista disfrazada de pueblo que el pueblo mantiene viva. Lean este fragmento de la noticia y construyan una metáfora de nuestra circunstancia: “En la recta final, Carrión mantuvo el ritmo de Senescal, quien amplió la ventaja a dos cuerpos y medio sobre Eagle In Love, mientras que Imperante se metió en la tercera posición. Luego llegaron Takao, Spectacular Winner y Arrepinchoso”. Un jinete panameño, montando un caballo estadounidense cuyo nombre significa mayordomo mayor de la casa real o jefe o cabeza principal de la nobleza. Y gana el “clásico”: el que tiene ojos para leer, lea.
“Clásico” es este presidente sordo, que ante la avalancha de abucheos dijo, con sonrisa prepotente y cínica, “saludos a la fanaticada”, y al que después vemos tomarse su copita de champagne, celebrando el triunfo del Senescal gringo que nos gana la carrera, pero él tranquilo, aplastando el derecho al disenso con el aplauso indiferente de los que no tienen necesidad de ejercer su derecho a hacerlo, que demuestran una profunda ignorancia democrática.
El “clásico” presidente panameño, sordo, pagado de sí mismo, incapaz de construir un estado de tranquilidad institucional, que piensa en sus sueños megalómanos, con viajecitos para pasear su arrogancia, vendiendo la idea de salir de listas opacas como una victoria, cuando hay panameños sin agua, que están en la lista de panameños de segunda a costa de los “panameños de a vaina”, esos que dicen amar al país, pero olvidan que está hecho de personas.
RM, que es RM, ya le saca tres cuerpos de ventaja al peor de los presidentes de este país, incluida la “Doña”; el Senescal patrio adelanta por dentro y sigue adelante, nadie lo puede perseguir: se ha ganado la corona del peor de todos los presidentes de nuestra historia. Y lo sé, porque la realidad siempre supera a la ficción, y tenemos cuatro años para comprobarlo.
El autor es escritor.

