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vocación transitista

El desenlace de las separaciones de 1830 y 1831

Ante la usurpación del poder en 1830 por el audaz general santanero José Domingo Espinar –cuyo objetivo inicial era presionar al gobierno central mediante la separación de Panamá, con la esperanza de que Bolívar pudiera regresar a la presidencia de la república neogranadina–, las élites panameñas se le opusieron con determinación. Despreciaban a Espinar no solo por su color y origen social, sino también por su defensa del centralismo como sistema de gobierno, postura contraria a sus propios intereses. Estas élites anhelaban un Estado federal que permitiera a Panamá gozar de mayor autonomía y establecer políticas favorables al comercio transístmico. Su estrategia consistió en convencer al coronel Juan Eligio Alzuru de traicionar a su superior, quien lo había dejado al mando del istmo mientras él partía a someter la sublevación en Veraguas. Mediante un golpe de Estado, las tropas comandadas por Alzuru arrestaron a Espinar y lo exiliaron a Ecuador.

Tras desaparecer la causa que había justificado la proclama independentista de 1830, Alzuru, con el respaldo de los empresarios istmeños, declaró oficialmente una segunda separación el 9 de julio de 1831. En ese acto, asumió el cargo de líder militar y nombró a José de Fábrega como el líder civil.

En este segundo acto secesionista, también se declaró la intención de reintegrarse a la Nueva Granada (hoy Colombia), pero bajo la condición de que se adoptara un sistema federal. Este anhelo tenía sus raíces en la naturaleza mercantil y eminentemente transitista del istmo, determinado por su estrechez y su privilegiada posición geográfica, en contraste con la economía neogranadina, cuyo principal motor era la actividad agropecuaria. Incluso se llegó a plantear que, de no obtener Panamá esos fueros, resultaría más lógico unirse a Ecuador, con quien mantenía un intercambio comercial mucho mayor que con el gobierno central.

Bogotá reaccionó con vehemencia ante el acto separatista, nombrando nada menos que al destacado militar panameño Tomás Herrera como nuevo comandante general del Istmo para sofocar la sublevación. El entonces teniente coronel zarpó de inmediato con sus tropas desde el puerto de Cartagena rumbo a Panamá.

Al enterarse de estos acontecimientos, Alzuru comenzó a gobernar de manera autoritaria y por decreto, arrogándose poderes absolutos. Sus acciones provocaron un creciente descontento e indignación entre quienes inicialmente lo habían apoyado. Como consecuencia, sus opositores sufrieron persecuciones, confiscación de bienes e incluso el exilio, como fue el caso de los próceres José de Fábrega, Mariano Arosemena y José Vallarino. Fábrega regresaría poco después, desembarcando con tropas por mar en el golfo de Montijo, en Veraguas.

Mientras tanto, Tomás Herrera desembarcó su ejército en Portobelo, luego de que las tropas del gobierno sublevado le impidieran hacerlo en la desembocadura del río Chagres. Fábrega, por su parte, reclutó soldados en las tierras centrales para unirse a las fuerzas de Herrera. Juntos lograron derrotar al ejército separatista en las batallas de Bique y Arraiján, donde capturaron a Alzuru. Por órdenes de Bogotá, Alzuru y muchos de sus aliados fueron ejecutados.

Así concluyeron los actos separatistas de 1830 y 1831. Aunque ambas proclamaciones contemplaban la reunificación bajo ciertas condiciones, quedó en evidencia el surgimiento de un paradigma fundamental para el futuro del istmo. Se elevó a la conciencia colectiva y social la enorme importancia geográfica de Panamá y su potencial para convertirse en el centro neurálgico de las rutas de transporte transístmico. A partir de entonces, crecieron las presiones políticas para liberarse de la miopía de la clase dominante en Bogotá, que gobernaba con políticas públicas orientadas a proteger su economía agrícola.

En resumen, para desatar el pleno potencial de Panamá, resultaba esencial una mayor autonomía local respecto al gobierno central en Bogotá. De este modo, se garantizaría un tratamiento fiscal más justo y adaptado a la región, permitiendo encauzar su destino manifiesto hacia un enfoque pragmático y comercial.

El autor es abogado.


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