Las dictaduras y las democracias pueden ser sistemas políticos y éticos opuestos, diferenciándose, entre otras cosas, en el flujo de información. En las dictaduras, las redes de información están altamente centralizadas, lo que significa que la figura central goza de una autoridad ilimitada y controla el flujo de información hacia su círculo de poder, donde se toman decisiones que afectan a la ciudadanía y sus consecuencias.
En el Imperio Romano, todos los caminos conducían a Roma; en la Alemania nazi, la información fluía hacia Berlín; y en la Unión Soviética, hacia Moscú. En estos regímenes, el gobierno central y sus dictadores buscan concentrar toda la información y dictar todas las decisiones con el fin de controlar cada aspecto de la vida de la población. Esta forma extrema de dictadura, aplicada por Hitler y Stalin, es conocida como totalitarismo.
El totalitarismo comienza definiendo ideológicamente a sus enemigos antes de llegar al poder. Su primer mandamiento es: “El Führer siempre tiene la razón”, y a partir de ahí, sus líderes se aferran a la mentira mientras infunden terror sistemáticamente mediante la propaganda. Joseph Goebbels lo resumió en una frase célebre: “Una mentira repetida mil veces se convierte en verdad”. No es de extrañar que los gobiernos totalitarios utilicen constantemente sus canales de comunicación en armonía con medios de comunicación afines para repetir su narrativa y desacreditar a sus opositores. En Panamá, se ha señalado reiteradamente a Suntracs, a los movimientos sociales, a los maestros, médicos y universitarios como la “izquierda radical” y enemigos del país.
El ejemplo más claro del totalitarismo fue el instaurado por José Stalin, quien, como secretario del Comité Central del Partido Comunista y director del Politburó de la Unión Soviética, usurpó la estructura partidista de Lenin y consolidó su poder eliminando a la clase media, campesinos, obreros y médicos, hasta llegar a la aristocracia administrativa del partido que le precedió. Todo esto se logró a través del “culto a la personalidad” y el despojo de los ideales originales del partido bolchevique. En la actualidad, cabe preguntarse si los bancos bursátiles y las administradoras de fondos de pensiones han usurpado la dirección de Realizando Metas.
En los últimos meses, la “aristocracia política panameña” ha replicado el concepto de Volksgemeinschaft, utilizando la mentira de que el modelo solidario con beneficio definido es una conspiración de la izquierda radical. A través de sus canales de información, han infundido miedo con la idea de que no hay dinero para pagar las jubilaciones y han promovido la única solución que les parece viable: las cuentas individuales manejadas por los bancos bursátiles vinculados al gigante asiático.
Esperemos que los actuales dirigentes –esos socios del Partido Comunista del “dragón asiático” que, según Donald Trump, ponen en riesgo la neutralidad del Canal de Panamá– no estén replicando los modus operandi del imperio mundial “ario” o de los “bolcheviques”. Estos, en su afán por controlar las cuotas del seguro social, beneficiarse de las externalizaciones de servicios médicos en sus hospitales y evitar la importación directa de insumos médicos quirúrgicos, podrían estar sentando las bases de un movimiento totalitario en Panamá.
Cualquier intervención en la vida de los panameños exige una explicación, y aún estamos esperando la “verdad” técnica del sustento actuarial del anteproyecto 163. El bien común debe estar por encima del rescate financiero de la Bolsa de Valores de Panamá. La autonomía del pueblo panameño no es consecuencia de la ineficiencia del gobierno, sino su ideal democrático.
Ojalá que la deportación de migrantes desde Estados Unidos al hotel de Avenida Balboa no sea el inicio de un Gulag moderno centroamericano, que luego se extienda a todos aquellos considerados “enemigos izquierdistas” y “revoltosos” por oponerse a las reformas al seguro social y al cierre de la mina inconstitucional. Las democracias mueren no solo cuando la gente pierde su libertad de expresión, sino también cuando el líder del gobierno se niega a validar las propuestas de los ciudadanos que lo llevaron al poder.
El autor es médico sub especialista.
