El 7 de septiembre de 1977 se firmaron los Tratados Torrijos-Carter y pusieron fin a la presencia colonial estadounidense sobre el Canal de Panamá. El general Torrijos exclamó, en su discurso durante la firma, que ante la verdad lógica se estaba pactando un tratado de neutralidad que nos colocaba bajo el paraguas defensivo del Pentágono, y que este pacto, de no ser administrado juiciosamente por las futuras generaciones, podría convertirse en un instrumento de intervención permanente. Ese día llegó en 2025 y, bajo la Enmienda DeConcini, regresaron ejercicios conjuntos en bases militares aledañas al Canal, que convierten a Panamá en un posible objetivo estratégico de represalia.
La honestidad y el coraje, por sí solos, no bastan para alcanzar la victoria ni en la paz ni en la guerra. La inteligencia, la visión, la equidad, la firmeza y la flexibilidad son exigidas en una unidad competente para la vigorosa democracia de un Estado.
Para sostener y mantener el triunfo del retorno de la administración del Canal de Panamá a manos panameñas, gracias a los Tratados Torrijos-Carter, se exige unidad de dirección, armonía de propósitos y una integración efectiva de los numerosos componentes de la capacidad combativa del Estado para garantizar la neutralidad del Canal. Era necesaria una dirección inteligente por parte del Ministerio de Seguridad, para que decisiones de infraestructura como puentes, túneles, puertos, electricidad y minería a cielo abierto aledañas al Canal de Panamá no activaran la Enmienda DeConcini.
Era indispensable que la contrainteligencia panameña advirtiera al presidente que no era prudente el nombramiento de ciertos comerciantes y empresarios en la Junta Directiva del Canal de Panamá. Era necesario advertir los conflictos de interés de panameños que eran socios honorarios del partido comunista, en plena guerra fría comercial con Estados Unidos, y que, al no ser signatario de un tratado de neutralidad, ponemos en riesgo el Canal mismo. Dimos papaya y alimentamos la narrativa que desde 2017 se nos había advertido.
La contrainteligencia no consiste únicamente en pinchar teléfonos de maestros, profesores, médicos y obreros de la construcción, declarados enemigos del gobierno. La contrainteligencia debía conocer que la trampa de Tucídides y el análisis Crowe situaban a dos potencias mundiales ante el escenario de una guerra por la hegemonía, y que el Canal de Panamá cobraba una renovada relevancia para los estadounidenses.
La contrainteligencia panameña debía saber que el Canal de Panamá ha brindado poder naval y poder económico a los Estados Unidos, según la escuela talasocrática, enfatizando la importancia del control de las vías oceánicas (no de “las yeguas”), y que Estados Unidos no pondría en riesgo ese poder ante las políticas gubernamentales panameñas que benefician autoritariamente a comerciantes y socios del partido comunista del dragón asiático.
La contrainteligencia debía notificar al presidente que no era prudente el viaje de la aristocracia política panameña (oficialismo y oposición) a Pekín, en diciembre de 2024, ya que Estados Unidos estaba en una nueva reorientación nacional encaminada al neonacionalismo.
No hubo amor por la patria. La conciencia de la necesidad de sacrificios solo ha recaído sobre el pueblo, no sobre los empresarios. El desconocimiento del peligro de que nos retiren la administración del Canal ha impedido mayor cohesión y fuerza en la nación.
La contrainteligencia panameña fracasó y, en una medida desesperada para no afectar los vínculos económicos y las transacciones de los comerciantes en el poder, se confundió la potestad legal con la ejecución del poder. Se ejecutó irresponsablemente un memorándum que violó reglamentaciones administrativas, órganos del Estado, procedimientos y relaciones recíprocas. La democracia panameña fue diseñada para evitar la concentración de poder —como en las monarquías— y para que las decisiones que afecten al pueblo sean de su conocimiento.
Se olvidaron de que, en la guerra total de los tiempos modernos, los pueblos y los recursos son enteramente movilizados en sinergia para la defensa del país, y que la nación entera es el arsenal.
El autor es médico sub especialista.
