Durante la Edad Media, los gremios eran asociaciones de artesanos dedicados a un mismo oficio o profesión. Su función primordial era garantizar la calidad de los productos y servicios que ofrecían. Para cumplir con su función recurrían a la autoregulación. Existían gremios de orfebres, carpinteros, albañiles, músicos... En fin, de todos los oficios que podemos imaginar. Hoy quiero hablar de un gremio que hay en mi pueblo: el gremio de los panaderos.
Se trata de un gremio exclusivo: menos de veinte miembros en total. Cada uno tiene su panadería y hornea sus propios panes. Los panes de todos los agremiados están disponibles a la mayoría de los habitantes del pueblo. Algunos panaderos los regalan y otros los venden. Hay panes dulces, salados, enriquecidos con leche o huevos... Toda la gama de panes que el público puede desear. Los panaderos del pueblo tienen un acuerdo de caballeros que gira alrededor de una gran panadería llamada el “Palacio del Pan”. Todos los panaderos pueden aspirar a operarla, pero solo por intervalos de cinco años. Al transcurrir ese tiempo, pueden retirarse del oficio o volver a sus panaderías privadas.
Hace uno días, en el parque del pueblo, se sentaron algunos de los miembros del gremio a conversar del futuro de las panaderías. El calor de El Niño no los incomodó porque están acostumbrados a estar al pie de los hornos de sus panaderías. Hornos de barro, bloques y acero; de leña, carbón, gas y electricidad. Dos panaderos sentados en el parque ya han operado desde el Palacio del Pan. Uno era panadero y quiere retornar al oficio. El otro ya no es solo panadero, sino panificador.
Hay otros que han sido asistentes de panadero y ahora aspiran a ser dueños de su propia panadería. Uno de los panaderos solo sabe hornear pan de molde, pero cree que conoce los secretos del baguette, del croissant y del brioche. También hay panaderas. El gremio no hace distinción de género. Una promete repartirle pan a toda la población en iguales cantidades y a precios módicos y la otra se conformaría con ser la asistente de un panadero. De paso, una panadera retirada ya ocupó el Palacio del Pan al igual que lo hizo una asistente de panadero.
La mayoría de los panaderos quiere recibir harina subsidiada para usar en la elaboración de sus panes. Algunos dicen que así pueden vender sus panes a mejores precios. Otros dicen que regalarían el pan si les subsidian la harina. Hay un grupo de panaderos que solo aumentaría sus márgenes. Sin embargo, todos dicen tener planes para sus panes y todos sueñan con el Palacio del Pan. Un par de panaderos ya intentó colocarse allí, pero no lo logró y quiere seguir tratando.
Sueño con el día en que el pan de mi pueblo sea de mejor calidad que el pan de los pueblos vecinos. En que esté disponible a todos a un precio justo y equitativo. En el que todos tengan acceso al pan básico y, quienes quieran mejor pan, tengan la opción de pagar por ese pan mejorado. Aún mejor, sueño con el día en que hornear el pan no sea un privilegio del gremio de los panaderos. Aquí me viene la idea de los hornos comunales.
Los hornos comunales permitirían a todos los panaderos y a todos los pobladores preparar la masa de sus propios panes con los ingredientes que prefieran. Cada uno decidiría si usar harina subsidiada o harina enriquecida; levadura húmeda o levadura seca; mantequilla, leche o huevos. El horno sería autosostenible y su operación se pagaría con dos panes por cada diez que se horneen. Es un método probado. Funciona en sociedades más sencillas que mi pueblo y hay menos gente descontenta. No sé si ese día llegará. Mientras tanto veamos cómo se mueven los hilos del gremio de los panaderos.
El autor es educador
