El liderazgo que faltó

En abril de 2025 llegaron dos pesadillas abrumadoras a la nación: el aumento del desorden interno —por políticas autoritarias y sin consenso— y una agresión extranjera. No se le puede imponer sacrificios al pueblo por la fuerza sin un sentimiento de pertenencia común y un destino compartido. El reto del memorándum de entendimiento no era una tarea tecnocrática; era un tema de liderazgo.

La curva de crecimiento económico ascendente en Panamá nunca llegó a los suburbios ni a las poblaciones del interior de la República, y los retos sociales de prosperidad se tragaron a las comunidades panameñas menos desarrolladas. La mentalidad empresarial cortoplacista de los gobernantes de los últimos 15 años —esa que carecía de compromiso a largo plazo incluso con las acciones de las empresas que poseían legalmente— nos pasó factura en el tema del Canal de Panamá. ¿Si estos accionistas no pudieron comprometer su dinero por lo menos durante un año en las bolsas de valores e inversiones empresariales de Panamá antes de ocupar cargos públicos, qué tipo de compromisos podían tener estos accionistas-gobernantes con el futuro del Canal y del país?

Quedó pendiente que el liderazgo de la administración del Canal en manos panameñas brindara a los panameños y a los Estados Unidos de América (USA) la percepción de seguridad sobre su neutralidad y de que sus ganancias generaban prosperidad al pueblo panameño. No hubo la cohesión interna necesaria para permitir políticas ambiciosas en la defensa de la narrativa frente al supuesto control chino del Canal de Panamá, ni tampoco una política exterior ágil para sobrevivir a la guerra fría comercial entre USA y China Popular.

No se trata de una estrategia calculada para erosionar la legitimidad de los gobernantes, ni de una ideología que genere ataques y embestidas sin críticas responsables. Los líderes se enfrentan inevitablemente al reto constante de impedir que las exigencias del presente abrumen el futuro de Panamá, ahora con bases militares norteamericanas aledañas al Canal, que convierten a la nación en un posible objetivo estratégico de represalia.

Cualquier sociedad, independientemente de cuál sea su sistema político, transita perpetuamente entre un pasado que conforma su memoria y una visión del futuro que inspira su evolución. En ese recorrido, el liderazgo es indispensable: hay que tomar decisiones, ganarse la confianza, mantener las promesas, proponer una forma de avanzar. En las instituciones humanas —Estados, religiones, ejércitos, empresas, escuelas y hospitales— se necesita liderazgo para ayudar a las personas a ir desde donde están hasta donde nunca han estado y, a veces, hasta donde apenas imaginan que pueden llegar.

Sin liderazgo, las instituciones pierden el rumbo y las naciones se exponen a una irrelevancia cada vez mayor y, en última instancia, al desastre. Hoy debemos preguntarnos: ¿quiere la ciudadanía panameña caminar con nuestros comerciantes-gobernantes en la defensa de la soberanía del Canal? ¿Será que la capacidad combativa del Estado para defender el Canal solo la compone la Cámara de Comercio y su cruzada civilista?

En mayo de 1953, un estudiante de intercambio estadounidense le preguntó a Winston L. Churchill cómo podía prepararse alguien para afrontar los retos del liderazgo. “Estudia la historia. Estudia la historia”, fue la rotunda respuesta de Churchill. “En la historia están todos los secretos del arte de gobernar.” El propio Churchill era un estudioso y prolífico escritor de historia, que entendía bien el continuo en el que trabajaba.

Sin embargo, el conocimiento de la historia de las relaciones de Panamá con Estados Unidos de América, aunque esencial, no es suficiente. Algunas cuestiones permanecen siempre ocultas por la neblina, inaccesibles incluso a los eruditos y experimentados. La historia enseña por analogía, mediante la capacidad de reconocer situaciones comparables. Pero sus “lecciones” son, en esencia, aproximaciones que los líderes deben reconocer y adaptar a las circunstancias de su tiempo. La historia de sangre derramada en la antigua Zona del Canal de Panamá necesitaba liderazgo y determinación para maniobrar frente a la narrativa de Trump, sin que el pueblo sintiera que nos estaban volviendo a vender.

Para que las estrategias de defensa inspiraran a la sociedad, los actuales líderes debieron ser didácticos: comunicar los objetivos, mitigar las dudas y movilizar apoyos. Si bien el Estado tiene por definición el monopolio de la fuerza, la dependencia de la coerción es síntoma de un liderazgo inadecuado; los buenos líderes despiertan en el pueblo el deseo de caminar a su lado. ¿Le ha importado al presidente que el pueblo no quiera caminar hombro a hombro con su equipo de trabajo?

El liderazgo es aún más esencial durante las transiciones de gobierno, cuando los valores y las instituciones pierden relevancia, y el plan de futuro digno es objeto de disputa. En esos momentos, los líderes están llamados a hacer diagnósticos y pensar de manera creativa: ¿Es el Canal de Panamá fuente del bienestar de la sociedad? ¿Qué herencias de la Junta Directiva del Canal del pasado deben conservarse, adaptarse o descartarse?

El mayor enemigo del país es la incertidumbre. La estrecha vinculación de la prosperidad económica individual de comerciantes socios del Partido Comunista de China Popular con el bienestar del Estado no ha “garantizado la estabilidad política”, y esta, a su vez, no ha podido reforzar el crecimiento económico del pueblo.

Para el líder, la gestión del riesgo es tan crítica como la capacidad de análisis. Una “estrategia” es la conclusión a la que llega un líder en condiciones de escasez, competencia, fluidez y presión temporal. El castigo por un exceso de ambición —lo que los griegos llamaron hybris— es el agotamiento, mientras que el precio de dormirse en los laureles es la irrelevancia progresiva y la decadencia final, como ocurrió con el memorándum de entendimiento. Si quieren llegar a su destino, los líderes deben adecuar poco a poco los medios a los fines y el propósito a las circunstancias.

Retirarnos de la Ruta de la Franja y la Ruta no fue suficiente para detener la narrativa del control chino del Canal de Panamá. Faltó liderazgo en la Cancillería y en el Ejecutivo para negarla o minimizarla. El margen de actuación se redujo, y el costo de enfrentar el problema creció de manera exponencial hasta que nos impusieron un memorándum de entendimiento. No se manejó bien el tiempo, los límites empezaron a imponerse, y hasta la mejor de las opciones disponibles fue compleja de ejecutar. Los riesgos, además, fueron cada vez más serios.

El instinto y el juicio del líder son esenciales. Winston Churchill lo entendió bien cuando escribió en Cómo se fraguó la tormenta (1948): “Los hombres de Estado no solo están llamados a resolver cuestiones fáciles. Esas a menudo se resuelven solas. Es en el momento en que el equilibrio zozobra y las proporciones quedan ocultas por la niebla cuando se presenta la oportunidad de tomar decisiones que salven al mundo.”

Faltó liderazgo para detener la narrativa del control chino sobre el Canal. Y hoy falta liderazgo para lograr cohesión nacional y para luchar por detener la incertidumbre, de modo que el dinero llegue, verdaderamente, al panameño de a pie.

El autor es médico sub especialista.


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